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23.10.2023 Críticas  
Un espectáculo que se torna confuso

Después de casi 10 años sin actuar en solitario (como compañía), T de Teatre vuelve a la carga para presentar La dona fantasma, su decimotercer espectáculo de creación que puede verse en el Teatre Romea de Barcelona. Una revisión sobre el uso de la ficción, la vuelta a la infancia, al primer amor, al momento en que todo era posible; tal como ocurre en el teatro.

La dona fantasma cuenta la historia de cuatro maestras de finales de los años setenta. Todas llevan una vida intensa y melancólica, marcada por el cuidado de los padres y de los hijos, por los desengaños amorosos y por los desafíos que les provocan sus alumnos. Pero lo extraordinario irrumpirá en esta cotidianidad sobrecogedora: una mujer fantasma. La aparición del fantasma es la puerta de entrada a otro mundo: el del pasado, el de la memoria. La ficción para explicar lo imposible. El teatro como sesión de espiritismo. El teatro como artefacto de memoria. De fantasmas, de espectros, de muertes que hablan; de todo esto está hecha la historia, y de todo esto está hecho el teatro.

En su afán de renovarse y colaborar con nuevos y desconocidos dramaturgos en nuestro país, T de Teatre presenta su nueva obra, La dona fantasma, creado por el dramaturgo argentino Mariano Tenconi Blanco, quien también dirige la función, para presentarnos un espectáculo metateatral que nos hace reflexionar sobre la ficción y el papel mismo del teatro en nuestras vidas.

Con traducción al catalán realizada por Sergi Belbel, T de Teatre se adentra de nuevo en el mundo del monólogo que las dio a conocer en sus inicios teatrales, y que dejaron de lado para experimentar con otro tipo de espectáculos más corales. La obra que podemos disfrutar en el Romea ofrece 4 monólogos bien diferenciados, en los que cada una de las profesoras explican a una misma clase de chicas (hay que tener en cuenta que la obra se sitúa a finales de los años 70, en los que las clases mixtas eran impensables) sus problemas y los fantasmas que las atormentan. Monólogos que utilizan diferentes herramientas teatrales para explicarse pero que no acaban de llegar al público como se espera.

Mamen Duch, Marta Pérez, Carme Pla y Àgata Roca tienen un gran bagaje teatral y controlan perfectamente sus recursos interpretativos para poder cautivar al público rápidamente; solo hay que recordar el inicio de la obra cuando Marta Pérez aparece en escena y, sin mediar palabra, el público ríe y se interesa. Aun así, contando con dichos recursos teatrales, la obra se recibe confusa y las conexiones entre monólogos difusas. Incluso, en lo que al epílogo se refiere, en el que las encontramos, por fin, juntas en escena y donde reconocemos más a la compañía, la conexión dramatúrgica es inextricable.

En la parte técnica, me gustaría destacar tres zonas cuyo trabajo es perfecto: la iluminación de Jaume Ventura, las proyecciones de video de Francesc Isern y la caracterización de los personajes de Eva Fernández. Pero, en cambio, no acabo de congeniar con la escenografía de Alejandro Andújar. Dependiendo de donde esté situado el espectador, hay partes que se pierden. No solo en el recorrido de las actrices, sino en las mismas proyecciones de video. La escenografía es efectiva si estás situado en el centro del teatro; pero si estás situado en un lateral, en algunos momentos es un inconveniente para el disfrute. Se entiende que la escenografía corresponde a las escaleras de la escuela donde ellas dan clase, un punto de unión y reunión de las historias que podría conjugarse en los momentos que se encuentran por los pasillos; pero si nos referimos al texto que se expresa, ¿porqué el personaje de Marta Pérez da su disertación a una clase desde la misma escalera? No tiene sentido.

Aun así, aplaudo la valentía de T de Teatre de querer evolucionar y probar cosas nuevas para no estancarse con lo que ya saben hacer. Puede que La dona fantasma sea un nuevo inicio para la compañía que trata de utilizar nuevos lenguajes teatrales que nos hagan pensar pero un repaso general, una vuelta de tuerca al conjunto, haría que el espectáculo se recibiera menos confuso para el espectador.

Crítica realizada por Norman Marsà

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