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13.03.2024 Críticas  
L’imperatiu categòric – Crítica 2024

El Teatre Lliure de Gràcia en Barcelona presenta L’imperatiu categòric, un nuevo texto de la dramaturga y directora Victoria Szpunberg, protagonizado por Àgata Roca y Xavi Sáez, que muestra un retrato social que plantea lo que es éticamente adecuado en un sistema que te ahoga.

Clara G., profesora asociada de ética en la facultad de Filosofía, está en crisis. Pasados los cincuenta, recién separada, sin poder conseguir plaza en la universidad y a punto de quedarse sin casa, empieza a sufrir extraños ataques. Se desmaya a menudo, oye ruidos persistentes, la invaden oscuros pensamientos, paranoicos. Clara G. ha formado parte del sistema, pero cada vez está más arrinconada, cada vez está más cerca del margen. Va navegando a la deriva, topándose con varios hombres, hasta que su brújula ética se endereza por un casual hallazgo: un cuchillo de cocina fabulosamente afilado. ¿Cuáles deben ser las pautas de su conducta en un entorno cada vez más hostil ¿Cuáles son las fronteras éticas de un sistema que sólo permite sobrevivir a costa de la miseria de los demás?

Inspirándose en experiencias personales, Victoria Szpunberg nos presenta un retrato social que plantea qué es éticamente adecuado cuando el sistema te ahoga. ¿Debemos afrontar o batallar al sistema? Con una buena dosis de ironía, el texto de Szpunberg aborda temas como el acceso a la vivienda, la precariedad laboral del profesorado asociado a las universidades y la invisibilización de mujeres a partir de los 50 años. A su vez, el montaje tiene también una vertiente filosófica en la que el principio de El imperativo categórico de Immanuel Kant -este 2024 se celebra el tricentenario de su nacimiento- tiene un papel fundamental, y también aparecen numerosas referencias a Frank Kafka y Walter Benjamin.

El texto que se nos muestra, nos presenta a una profesora (interpretada por Àgata Roca) que, a la edad de 50 años, ve cómo empieza a sentirse invisible, sola y arrinconada por una sociedad que no la respalda y que, realmente, la hace sentir cada vez peor. A su edad, sentirse fuera del sistema la derrota completamente. Está cansada de todo lo que lleva acumulado a sus espaldas; esa mochila que la vida nos llena poco a poco, y que una persona más joven aun la siente liviana. La sensación de no sentirse comprendida en un mundo que cambia rápidamente (a mal, no nos vamos a engañar) y, cuya evolución, se convierte constantemente en un obstáculo cuando sobrepasas cierta edad.

Si tienes o sobrepasas la edad de la protagonista, posiblemente entenderás perfectamente el mensaje que L’imperatiu categòric expone sobre las tablas (los que tenemos 40 comulgamos con ella también). Lo difícil que el mundo pone las cosas cuando sobrepasas una edad y lo que, cada vez más, nos cuesta y hacen que nos cueste el cambio. Y, si eres mujer, en un mundo machista como el nuestro (no nos vamos a engañar… intentamos cambiarlo pero parece que hay personas que siguen empeñadas en mirarse su ombligo), la situación es peor; ya que el mansplanning y otras demás tretas de la sociedad, hacen que te sientas inútil y desamparada en un mundo que, cada vez más, da asco.

Ha sido una absoluta maravilla a descubrir sobre las tablas del Lliure de Gràcia el ácido texto de Victoria Szpunberg. Darse de bruces con lo que cada día vemos/vivimos en el trabajo, en la sociedad, cómo la gente duda de nosotrxs, cómo hacen que nosotrxs dudemos de nosotrxs mismos hasta el nivel de llegar a cargar con una absoluta depresión… es, sinceramente, la verdad de la sociedad que nos rodea. En lugar de ayudarnos, parece que disfrutamos con ponerle las cosas difíciles a nuestrxs semejantes, parece que nos lo pasamos bien destruyéndolxs (solo hay que entrar en redes sociales para verlo) y, sobretodo parece, que la gente no entiende que, en algún momento, ellos/as llegarán a tener la misma edad y vivirán las mismas situaciones; o peores, viendo como sube la juventud.

Comulgué perfectamente con el personaje de Àgata Roca, entendí sus momentos más neuróticos porque yo los he vivido (aunque, de momento, no he llevado un cuchillo en el bolso); me han minusvalorado en el trabajo; me han vendido que con mi situación, a lo único que puede aspirar es a un piso que se cae a pedazos; he tenido vecinos a los que reventaría la puerta por no permitirme descansar. Todo son cosas que copan mi paciencia y mi tranquilidad.

Àgata Roca presenta un personaje interesante que está apunto del desborde, apunto de saltar si le tocan la tecla que toca y, sobretodo, llena de rabia y frustración. Un trabajo constante que, mientras se va formando capa a capa, cada vez se hunde más psíquicamente.

Junto a ella, disfrutamos del asombroso trabajo de Xavi Sáez quien, como actor camaleónico, transita entre una multitud de personajes que se cruzan en la vida de la protagonista. Sáez nos muestra la importancia de la creación de personajes desde su base ya que cada uno de ellos tiene un forma de ser, un porte, un carácter, una voz distinta… Fantásticos son sus cambios radicales en escasos segundos pero, sobretodo, me gustaría destacar el cambio constante que realiza entre el chulo ligón y el camarero del restaurante donde tienen la cita. Personajes que se encuentran en un mismo espacio temporal y que, solo les faltaría, poder hablar entre ellos para rizar el rizo de la excelencia.

En la parte técnica, destacar la escenografía creada por Judit Colomer, la cual abre poco a poco las puertas de la mente y el desconcierto a la vez que nos sitúa en distintos espacios de la historia; la iluminación de Marc Lleixà que ayuda aun más a hacernos entrar en la psique de la profesora y; el vestuario de Joana Martí que nos acompaña en el deterioro del personaje.

L’imperatiu categòric es una obra divertida e irónica que no pierde la oportunidad de hacernos ver una realidad que tenemos al frente y por la que, posiblemente, casi todos pasaremos. A no ser que empecemos a cambiar las cosas de verdad.

Crítica realizada por Norman Marsà

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