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06.05.2022 Críticas  
Dos pícaras muy pícaras

Marta Poveda y Aitana Sánchez-Gijón se trasladan bajo la dirección de Yayo Cáceres y la dramaturgia de Álvaro Tato al Siglo de Oro para ofrecernos con Malvivir, en las Naves del Español de Madrid, un recital de gracia, verbo y presencia en el que se reparten y alternan los personajes para hacernos disfrutar con sus andanzas, descaros e impudicias.

Volver a las raíces de nuestro teatro es siempre un acierto, y darles un giro de vuelta para intentar innovar, un riesgo del que Álvaro Tato sale más que airoso con el libreto que ha titulado Malvivir. Las andanzas de Elena de Paz, desde antes incluso de nacer, hasta hacerse una mujer hecha y derecha, sirviendo a su madre proxeneta, a la rácana de su señora, a hombres indecentes y a cuantos intentaron aprovecharse de su cuerpo, fuerza y voluntad constituyen un recorrido que bien podría haber sido un drama hondo y desgraciado. Sin embargo, los pobres no tienen otra manera de tirar hacia adelante que la sorna, el desparpajo y la desvergüenza.

Un registro que da pie a la gestualidad y el movimiento, al disfraz y al juego con trampas, más tomadas como pruebas de sagacidad que de engaño premeditado, entre quienes habitan el escenario. El resultado es una atmósfera de confianza y guiño entre una platea gozosa por lo que ve y escucha, pero más aún por aquello de lo que se le hace cómplice. La clave está en la fluidez del texto, en el ritmo de su acción y en el dinamismo con que están planteadas sus escenas.

Material que Tato ha elaborado partiendo de textos de excelsos como Quevedo, López de Úbeda o Jerónimo de Salas y que Cáceres aprovecha trasladando eficazmente a las tablas sus posibilidades y maximizándolas con el trabajo de sus intérpretes y la creatividad de quienes han dado forma a su concepción estética.

El espacio escénico concebido por Mónica Boromello se complementa a la perfección con la iluminación de Miguel A. Camacho. La versatilidad del primero, diseñado para llevar la historia de unos lugares a otros y progresar en el tiempo, se ve amplificado por la calidez y puntuación del segundo. Súmese a ello el vestuario de Tatiana de Sarabia, de aire clásico para Bruno Tambascio y diseño original para Marta Poveda y Aitana Sánchez-Gijón, un mono que subraya la presencia con que dan vida al amplio catálogo de tipejos, situaciones y conflictos en que se ven envueltas.

Un devenir que Tambascio inicia como trovador musical, tarea en la que se mantiene posteriormente en segundo plano para subrayar el derroche que Poveda y Sánchez-Gijón ofrecen. Un festín en el que se las ve compenetradas, coordinadas y coreografiadas, demostrando de cuanto son capaces compartiendo y turnándose en el papel de la protagonista de Malvivir. Una capacidad que ya sabíamos de ellas, pero que no deja de maravillar por el disfrute que transmiten, por la complicidad que denotan y por su ánimo de hacer y conseguir que el público se sume a la gozosa narración oral de sus aventuras.

Crítica realizada por Lucas Ferreira

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