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22.06.2021 Críticas  
La gestión del miedo (apocalíptico) septuagenario y en femenino

El Teatre Lliure da la bienvenida a una de las propuestas más recientes de Caryl Churchill. Estrenada en 2016, I només jo vaig escapar-ne (Escaped Alone) nos sitúa en un terreno donde miedo y cotidianidad se dan de la mano. Una pieza breve que explora la profundidad de los terrores (grandes o pequeños) del siglo XXI.

La obra nos muestra una visión entre elíptica y costumbrista del apocalipsis. Envenenamiento químico, ejércitos que disparan redes para atrapar coches voladores, viento desarrollado por promotores inmobiliarios… Magda Puyo asume en su dirección esta naturaleza que conecta fantasía con política actual manteniendo tanto la intimidad como la vastedad del original. Una buena ejecución, tan perceptiva como lúdica, que alcanza un tono luminoso “a pesar de todo” gracias a la presencia de cuatro actrices que se prestan al juego, sin renunciar a un estilo interpretativo marca de la casa, y que les sienta como un guante a estas mujeres que se acercan a la noche de sus vidas.

La traducción de Sadurní Vergés capta este lenguaje en constante mutación y que encuentra una poesía natural en el habla cotidiana, que se expande y recoge en el intermitente relato catastrófico. El espacio escénico de Pep Duran, la iluminación de Cube.bz y el diseño de sonido de Josep Orriols remarcan tanto el espacio físico como especialmente el mental y los hacen convivir en un mismo plano. Este abraza los apartes que dan rienda suelta al “yo” más íntimo de las cuatro protagonistas, y que dramáticamente se convierten en estimables monólogos, que se alternarán con su charla en el jardín trasero de una vivienda cualquiera mientras toman el te.

De este modo, Imma Colomer se viste de Alicia posmoderna con su Sra. Jarrett. Una mujer que se asomará a tan particular «país de las maravillas» tras la valla de madera que la separa del mundo exterior. Una especie de patio interior y blindado al mismo tiempo donde Vicky Peña nos deleitará con el reverso de su celebrada Mrs. Lovett y nos presentará a Sally y su fobia delirante hacia los gatos. De una en una, nos invitarán a aferrarnos a ese malestar específico y aislado que las distingue y caracteriza y que al mismo tiempo las recoge y balancea ante la adversidad. Lurdes Barba, como Vi, se mostrará la más telúrica de todas y al mismo tiempo nos arrastrará hacia su momento interno con aparente facilidad. A su vez, Muntsa Alcañiz se apodera del escenario con una Lena efervescente y sin embargo consciente de ser la más sola en compañía de estas mujeres que se creen juntas y acompañadas en su soledad.

El vestuario de Nina Pawlowsky y la asesoría de movimiento de Tomeu Vergés aportan una fisicidad particular para cada una dibujando y perfilando una personalidad propia dentro de todo el entramado y lenguaje interno de la propuesta. El estallido físico-musical resulta implacable, así como la escena en que cada una desde su silla toma el sol adoptando una posición y actitud corpórea tan individual como sensual y reivindicativa de sí misma.

Cinco mujeres, directora e intérpretes, que consiguen relatos que son grotescos y caprichosos al mismo tiempo y que pintan paisajes de destrucción a partir de un uso del lenguaje oral contemporáneo y su capacidad para crear imágenes anti-fabuladas. Inundaciones y plagas entretejidas con la trivialidad aparente de un programa de cocina o la obsesión por los selfies. De algún modo, se dibuja la realidad dentro del surrealismo de las descripciones de las protagonistas. Oráculos de un tiempo no por presente menos distópico y que las cuatro actrices defienden con brío ante la oscuridad evocadora del desastre inminente en forma de escenas numeradas que son, en realidad, una sola.

Finalmente, I només jo vaig escapar-ne cumple una función alusiva que se extiende especialmente hacia los engranajes (también artísticos) que asignan proyectos y personajes para artistas de edad diversa y veterana. No convertir su condición fisiológica en tema sino en característica indisoluble e identitaria del espectáculo supone su mayor logro. Mujeres que no hablan de su condición actual sino que desde la misma enfocan todo el entramado temático, argumental e ideológico de la pieza. Premisas bien comprendidas por Puyo y un elenco de intérpretes que demuestran, una vez más, que la experiencia es un grado.  

Crítica realizada por Fernando Solla

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