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19.12.2019 Críticas  
Alagna, Mascagni y Leoncavallo

El doble programa Cavalleria Rusticana & Pagliacci se convierte en uno de los grandes éxitos de la temporada para el Gran Teatre del Liceu de Barcelona. Damiano Michieletto, entrelaza ambas óperas como si fueran dos capítulos de una misma historia para, con un ambiente cinematográfico y una escena realista, acercarnos a un pueblo del sur de Italia marcado por la tragedia.

Los dos títulos más emblemáticos del verismo, Cavalleria Rusticana de Mascagni y Pagliacci de Leoncavallo, se presentan estos días en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona después de ganar el Premio Laurence Olivier al mejor espectáculo operístico de 2016. Dirigidos por Damiano Michieletto y bajo la batuta de Henrik Nánási, este doble programa operístico cuenta con la participación de la Orquesta Sinfónica y el Coro del Liceo, que aparte de contar esta vez con 85 miembros, también se acompañará del conjunto Veus – Cor infantil Amics de la Unió.

Cavalleria Rusticana y Pagliacci son dos ópera que, por tradición, se representen seguidas. Un lujoso doble programa a disfrutar, ya que ambas son óperas cortas y su duración e historia son perfectas para ser combinadas. Así, Cavalleria Rusticana dura escasos 70 minutos y Pagliacci unos 80 minutos.

Pero, aunque sería sencillo representarlas una tras otra y con sus finales bien marcados, Damiano Michieletto ha querido ir más allá y entrelazarlass como si fueran dos capítulos de una misma historia. De esta forma, en escena (y desde un principio) vemos personajes de Pagliacci apareciendo dentro de la trama de Cavalleria Rusticana (véase Silvio, como el panadero o, Nedda y Beppe colgando carteles y repartiendo octavillas de su próxima función ambulante [Pagliacci] en las paredes del pueblo donde transcurre la acción) o, incluso, personajes de esta última todavía alrededor del escenario mientras comienza Pagliacci. Una idea que nos permite jugar a adivinar quienes de los personajes secundarios que destacan en escena corresponden a los personajes que disfrutaremos en la segunda ópera.

Pero, ¿por qué juntar ambas óperas y no representarlas una tras otra como es tradición? Según Michieletto, hay muchos muchos puntos en común entre ambos títulos. Desde la localización (el sur de Italia), hasta «los celos, el asesinato, la venganza, la religión, la presencia del corazón, la voz desplegada y apasionada…». Por lo que, ¿por qué no iba a ser una buena idea entrelazarlas?

Efectivamente, esta idea hace que ambas óperas parezcan parte de la misma historia, por lo que debo felicitar esta atrevida incursión. Sobretodo, es de alabar la forma en la que la escena y el ritmo toman el mando. El dotado ritmo cinematográfico del guión y el ambiente realista del escenario creado por Paolo Fantin (la escenografía giratoria nos deja boquiabiertos con sus detalles minuciosos), hace que nos integremos en la escena de una forma sencilla; teniendo la sensación de ver una película sin cortes abruptos entre escenas. El guión modificado que nos representan no tiene fisuras y, si no fuera por la media parte (y el cambio de personaje principal encarnado por el mismo actor), tendríamos la sensación de estar disfrutando de una sola ópera.

Si hablamos de las historias en sí, Cavalleria Rusticana y Pagliacci, ambas óperas son crueles y dominadas por una pulsión visceral, pero también son habituales, humanas y en cierta medida cotidianas. El verismo aspira a representar la vida tal como es a los estratos sociales más bajos. Así, Pagliacci es la historia de una compañía de cómicos que los pueblos del sur de Italia, con una infidelidad descubierta por azar que termina en un doloroso asesinato sobre el escenario, mientras que Cavalleria Rusticana es otra historia de infidelidades detrás la densa sombra moral de la religión que acaba con un duelo de honor a cuchilladas.

Respecto a las interpretaciones de la noche, Roberto Alagna -Turiddu en Cavalleria Rusticana y Canio en Pagliacci-, se muestra como un actor todoterreno y la revelación actoral de la noche. Su interpretación en ambas óperas fue digna de varios ¡bravos! del público; dado que completó con maestría el reto extenuante que supone encarnar ambos personajes en la misma noche. Más cauto en la primera parte que en la segunda cuando la rabia y los celos podían a su personaje, Alagna se reveló como un experto en intensidad expresiva cuando interpretó «Mamma, quel vino è generoso» en Cavalleria Rusticana y la fantástica e intensa «Vesti la giubba» en Pagliacci; por la que se llevó un sonoro y largo aplauso que no se detuvo hasta que el mismo actor decidió abandonar la escena para poder proseguir con la función. Por su parte, Elena Pankratova mostró un impecable control vocal en los agudos pero su interpretación no acabó de convencer al respetable mostrando menos pasión y calidez de lo que se esperaba en una escena marcada por la tragedia. En relación al elenco, debo remarcar cuatro personajes que me dejaron muy buen sabor de boca: el buen hacer del barítono italiano Gabriele Viviani, Mercedes Gancedo interpretando a Lola, la magnífica Elena Zilio interpretando a Mamma Lucia y Aleksandra Kurzak interpretando con pasión a Nedda; personajes llenos de verdad que merecieron la ovación que les ofreció el público.

Crítica realizada por Norman Marsà

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