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15.03.2018 Críticas  
Cabaret de barrio, del Raval

Con motivo del 5º aniversario de su creación, la Sala Fènix ha programado de nuevo la función Cabaret Victoria, estrenado en el 2013. Una revista cabaret con aires Steampunk que baila entre teatro y recital de literatura utilizando cuentos fantásticos del siglo XIX de Edgar Allan Poe, Baudelaire, Balzac, Rimbaud o Verne entre otros.

El propio director artístico de la sala e impulsor de la mayoría de sus proyectos, dirige este montaje junto a Pere Cabaret como director musical y ambos participan también en el mismo como parte del elenco. El primero, como maestro de ceremonias y capitán de la nave que nos llevará a vivir otra época y el segundo como pianista de la función.

La idea de convertir una sala de pequeño formato en algo relativamente grande es una apuesta arriesgada y complicada por la falta de medios físicos. Aún y así, en la Sala Fènix ya están acostumbrados a ello y se nota que es algo que ya tienen por la mano a la hora de diseñar las entradas y salidas a escenario o una escenografía que cambie a lo largo de la función. Juegan mucho con elementos más fáciles de incorporar, como velos o cortinas, marcos de cuadro que puedan transportarse fácilmente y sobretodo con máscaras, títeres y vestuario para dar un aire distinto cada ocasión.

Todos los actores de Cabaret Victoria son los mismos que ya viéramos en “Mary Frankenstein Shelley” y que disfrutamos, además de Ivan Giménez, Pere Cabret y Ágata Cabezas, que se han subido al barco también. Pero en esta ocasión, quizá por ser causa de los nervios del día del estreno o la falta de rodaje, todo fue un poco más desordenado y se percibieron algunos errores que en el otro montaje fueron más cuidados. Un quedarse en blanco con el texto de Alba Valldaura (a quien se le perdona por su gran calidad como actriz), muertos que no hacen de muertos sino que están mirando a sus compañeros de función y la presentación de Ágata Cabezas (la joven hija del director) quien, creo, pasó un buen rato pero que en ocasiones iba un poco perdida. Fue esta quizá una función un poco “de estar por casa”, eso sí, sin llegar (para ser justos con la verdad) al despropósito.

Por otro lado, disfrutamos de la música en directo, pues además del piano, Aleyda Puerto interpreta todo el tiempo, en unas ocasiones canciones y en otras sonidos vocales que apoyan musicalmente la escena. Y también volvimos a corroborar la versatilidad de Elena Visus para vestirse de diferentes personajes, disfrutarla en su recital del cuento de Edgar Allan Poe, verla ejecutar perfectamente su mimo y reír con su gran vis cómica.

La suerte de las salas pequeñas y de las funciones de estilo cabaret es que parece que “todo se permite” y que lo que pretende es que se pase un rato entretenido. Cabaret Victoria no es una obra profunda, para pensar, ni recrearse en un gran trabajo actoral. Pero entretiene, hace reír y pasas un buen rato en pleno corazón del Raval.

Crítica realizada por Diana Limones

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