El Teatro Kamikaze nos hace un regalo programando esta delicada función. Traer a la compañía catalana T de Teatre en su 25 aniversario es un acierto del que ojalá tomaran nota otros programadores. E.V.A. es un preciso ejercicio dramatúrgico que ya se presentó en catalán en Barcelona y que ahora podemos disfrutar en castellano. Entre la comedia y el drama, el dolor inevitable de vivir.
Hacer limpieza de sentimientos, de recuerdos, de lastres impuestos. Enfrentarse a los miedos, a los bloqueos emocionales, dar el salto. Cerrar círculos demasiado tiempo abiertos, reconocer la frustración, el fracaso, la tediosa rutina autoimpuesta. Cinco mujeres se enfrentaran a todo eso. Se enfrentan a la vida, se reencuentran fortuitamente después de 30 años para darse de bruces con la realidad, una realidad nunca esperada, algo que nunca se imaginaron ni propusieron, pero que cada una de ellas provocó de una manera u otra.
Todo es emoción en este montaje, emoción que pasa por distintos estados, emoción que pasa de la risa a la lágrima, de la rabia a la resignación. Conoceremos a cinco mujeres pasando por distintos estados. Una actriz bloqueada emocionalmente, una anestesióloga de renombre incapaz de sentir emociones, una profesora aquejada de tremendos dolores, una agente inmobiliaria frustrada que se pone el mundo por montera, y a una joven Eva que empieza a vivir y sufrir, algo que es indivisible, pero que ella no sabe aún.
A modo de escenas que saltan de espacio y tiempo iremos componiendo el puzzle emocional de estas mujeres. Poco a poco los casi invisibles hilos que les unen al principio se convertirán en sogas imposibles de cortar. La vida nos pone ante personas y situaciones que inevitablemente nos afectaran el resto de nuestra existencia. Ponernos de frente ante esas personas nos hace pensar en cómo nos han moldeado para el resto y en cómo les hemos afectado a ellos.
Una escenografía que en apariencia es fría, se convierte en el armario que todos tenemos, lleno de recuerdos que no somos capaces de desechar. Nuestra mente, ese lugar donde se guarda hasta lo que damos por olvidado, para que de repente un día, una casualidad nos trae todo eso de vuelta, y nos damos cuenta de que no hemos sido capaces de olvidarlo, de despedirlo para que no regrese nunca más. Ahí están los anhelos nunca consumados, los rencores olvidados.
E.V.A. como acrónimo de la escala del dolor. E.V.A. como hacer frente a los fantasmas y a miedos. E.V.A. como coger impulso para hacer frente a lo desconocido. Todo esto contado en un tono tragicómico. Unas actrices (Rosa Gámiz, Carolina Morro, Marta Pérez, Carme Pla, Agata Roca) que son pura interpretación, una comunión que traspasa el escenario, cuanta verdad tienen esas mujeres. Acompañados por dos actores (Albert Ribalta y Jordi Rico) que complementan el cuadro vital dando vida a curiosos y peculiares personajes. Julio Manrique traza una dirección que sube de intensidad a medida que las escenas se suceden (queremos más Manrique en Madrid) hasta conseguir un clímax en el que la música consigue que la platea contenga la respiración.
Atreverse a vivir es atreverse al dolor, porque no hay vida sin el, porque a pesar de ello el impulso es seguir, aunque haya que mirar atrás y reconocer que no somos nada de lo que nos propusimos, que hicimos daño y nos lo hicieron. Que hacer limpieza de sentimientos, airearlos, olvidarlos y explotarlos es darse un baño de vida.
Crítica realizada por Moisés C. Alabau