Ushuaia es el primer gran estreno de la sala Principal del madrileño Teatro Español, tras la toma de Carme Portaceli como directora artística. Pero tras el frígido estreno que presenciamos, me planteo qué es lo que ha fallado para estropear un evento como llevar al escenario un texto de Conejero.
Ushuaia nos traslada a la ciudad mas austral del mundo, al «(…) fin del mundo, principio de todo» según reza el lema de la ciudad argentina; Mateo vive en una casa en medio del bosque, donde ya no se distingue dónde empieza la casa, y termina el bosque, como los templos camboyanos de Angkor. El rápido avance de una ceguera, que le dejará a merced de ese espacio, le hace tomar la medida de romper son su elegida soledad, y recurrir a la ayuda externa de una mujer, Nina, que se ofrecerá a prestarle asistencia con las tareas mas básicas, y pasará a compartir el espacio de ese recóndito lugar, junto con los árboles, la nieve, y los fantasmas del pasado de Mateo, Matthäus y Rosa, dos personajes que se mueven entre las finas grietas del mundo interior, casi onírico de Mateo, y el terrenal.
José Coronado interpreta a Mateo, este hombre que comienza lavando su cuerpo, expiando unas culpas que él siente como propias y que según avanza la trama, desvelamos. Mateo invoca al pasado, Matthäus (Daniel Jumillas), un joven oficial alemán, que le ayuda a recordar, a hacer que tomen forma los hechos del pasado, que, al igual que la ceguera de Mateo, comienzan a emborronarse, a desaparecer, a perderse en las nieblas del pasado. Rosa (Olivia Delcán), una joven judía española, les ayuda a ambos, les proporciona alimentos, música, y un cuerpo en el deleitarse. Será Nina (Ángela Villar) la que asista a Mateo en mantenerle con los pies en la Tierra, y en ser esa presencia física que tantos años lleva sin sentir Mateo, y por tal ausencia, parece que él ya no siente formar parte de este mundo.
La siempre brillante escenografía de Alessio Meloni, que se aproxima fiel a los apuntes para el espacio del propio autor, crea una atmósfera alucinante, irreal, entre la que se van a mover Matthäus y Rosa, amparados por la protección del bosque, del ramaje, a través del cual ser testigos del ascenso, o la caída final, de este hombre atormentado. Rompe este clima la caja de espejos sobre la que se van proyectando prismas, nieblas, un latido constante que distrae realmente de lo que se cuenta en escena, al que debería prestar apoyo, y no robar “protagonismo” por lo innecesario de su propuesta, tal cual está planteada. Asumo que esta licencia creativa del director de la obra, Julián Fuentes Reta, forma parte de su apuesta por lo transversal del teatro, y como declaró el propio Conejero a Jose Luis Romo, para El Mundo, “el elemento audiovisual es muy poderoso y va a sorprender. Igual que el texto es un cruce de lecturas, la puesta es un cruce de lenguajes”. Un cruce que nos pierde por una carretera que no sabemos dónde nos lleva.
En cuanto al apartado actoral, José Coronado, entrega una interpretación torpe, carente de matices, plana, y errática. Su personaje se torna aburrido y monótono, como su tono de voz, que, incluso soportado por la muy deficiente microfonía, estaba susurrado, expresado para él mismo, y el que aquí escribe eso solo se lo permite a Najwa Nimri. Coronado se mueve por el escenario con la misma desgana que Olivia Delcán interpreta a Rosa, un personaje que tras su aparente fragilidad, esconde una mujer determinada y cumpliendo un papel muy claro, que desvelareis yendo a ver el montaje. Esta ¿impostada? apatía solo me cabe culparla a una dirección que de nuevo no sabe hacerse con un texto que es una joya, y no a una actriz que debería estar ilusionada por un proyecto que, de base, no podría entregarle mas que alegrías.
El caso contrario ocurre con Ángela Villar, a la que un exceso de motivación en su personaje, hace que se pierda el carácter que destila en el texto original de mujer fuerte y decidida a desempeñar el papel que se espera de ella, y lograr con éxito el objetivo propuesto y que explica su presencia en la casa. El único en su lugar, Daniel Jumillas, que interpreta a ese lúbrico oficial nazi, y que gracias a su buen hacer, dota de los dos caracteres contrapuestos de su Matthäus, el de cumplir su deber para con el régimen, y los resquicios de humanidad, aunque sean los movidos por las pulsaciones mas básicas de un hombre, que muestra en sus escenas con Rosa.
Ushuaia habla del pasado, del presente, del espejo en el que vernos reflejados, aunque el reflejo que obtengamos no sea lo que nosotros esperamos, o al menos, no tal cual nos recordamos. Mateo es un personaje que ha perdido la identidad, y es víctima de una sociedad que ha marcado lo que se espera de un ser como él, aunque esto únicamente sea por compartir espacio geográfico y no hechos (poco mas puedo expresar sin hacer spoiler). El pasado es algo que ya sucedido, tal cual, y puede variarse, y lo único que nos queda es reproducirlo en nuestra cabeza, que, al igual que un aparato electrónico, tiene una obsolescencia programada que hace que nuestro recuerdo del mismo se altere, se difumine, o borre directamente partes, y es ese puzzle el que Conejero escribió, y cuyo recuerdo quiero yo mantener, esas inmutables manchas de tinta que forman el libro que poseo en mi estantería, y que solo serán alteradas si Alberto así lo decide en posteriores ediciones.
Ushuaia, o al menos, el proyecto que entrega Fuentes Reta, es algo que el propio Mateo olvidaría, tomaría por no acontecido, por lo gélido de su propuesta, y el poco corazón puesto para expresar todo el subtexto que tiene el texto. Otro gallo hubiese cantado si aquel que escribió el prólogo del libro (vayan e investiguen, porque yo diré el pecado pero no el pecador) se hubiese encargado de ponerle el cariño y las tripas que pone en todo aquello que hace y que tan necesario le hubiese sido a este texto.
Podeis acercaros a la Plaza de Sta. Ana, hasta el 16 de abril, para poder opinar sobre lo que ya es uno de los proyectos mas sonados de la temporada, al menos sotto voce, de la capital, entre todos los que nos declaramos #conejerers. Ánimo.
Crítica realizada por Ismael Lomana