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31.05.2019 Críticas  
La noche nos confunde…o no

Siempre merece la pena empaparse del universo de Miguel Mihura y qué mejor manera de hacerlo en estos días que con Tres sombreros de copa en el Teatro María Guerrero de Madrid. Natalia Menéndez recupera este brillante texto teatral que se adelantó al género del absurdo.

Tres sombreros de copa fue escrita en 1932 pero no se estrenó hasta veinte años después. La historia tiene lugar en la habitación de un hotel regentado por el afectuoso Don Rosario, donde se hospeda Dionisio la noche antes de su boda. Lo que se supone que iba a ser una noche tranquila y pacífica se convierte en lo opuesto y el protagonista de la obra descubrirá un mundo totalmente desconocido para él, donde Paula le demuestra que el amor no tiene nada que ver con lo que pensaba.

Esta comedia refleja la manera que tenían de ver el mundo en el siglo XX pero, por desgracia o por fortuna, nos suena bastante familiar. Son unas tendencias que conviene tener siempre presentes porque lo que sucede en la obra sigue estando de actualidad. Las convenciones sociales aún forman parte nuestra sociedad y, en concreto, en las relaciones de pareja que están llenas de contradicciones entre lo que se desea y lo que realmente se tiene. ¿Se puede luchar contra los valores preestablecidos? Mihura nos enseña que nadie es libre, ni siquiera para amar con locura, y aunque el humor lo envuelva todo no impide que apreciemos la melancolía y nos vayamos del teatro siendo conscientes de la importancia de ser honesto con uno mismo y con nuestros sentimientos.

Natalia Menéndez –dirección- nos regala este homenaje a su padre, Juanjo Menéndez, quien estrenó Tres sombreros de copa en el papel de Dionisio. En esta ocasión Pablo Gómez- Pando interpreta de manera brillante a ese personaje, encajando perfectamente en el papel y realiza una actuación sobresaliente. Por otro lado, Laia Manzanares interpreta magistralmente a Paula. Es maravilloso cómo maneja su voz y la mirada, sus expresivas caras y cada uno de sus gestos hacen que no podamos apartar la mirada del escenario ni un solo segundo. Ambos realizan una comunicación muy equilibrada entre voz, movimientos y gestos; ay, es que no puedo seguir escribiendo sin destacar el trabajo de estos dos actores.

El resto del reparto –Óscar Alló, Roger Álvarez, María Besant, César Camini, Lucía Estévez, Cayetano Fernández, Alba Gutiérrez, Tusti de las Heras, Mariano Llorente, Rocío Marín Álvarez, Manuel Moya, Carmen Peña, Chema Pizarro, Arturo Querejeta, Fernando Sainz de la Maza y Malcom T. Sitté– también demuestra un grandísimo nivel mientras todos fluyen sobre el escenario. Destaca la calidad interpretativa de los actores y las actrices y la conexión entre ellos mientras se mueven como peces en el agua.

Fabulosa escenografía de Alfonso Barajas que demuestra que todo está cuidado hasta el más mínimo detalle y que, además, refuerza el texto de principio a fin. Destacar también en la puesta en escena las entradas y salidas de los personajes, todo perfectamente sincronizado con la iluminación y el sonido.

El argumento –desenlace incluido- es conocido por prácticamente todos pero quien no lo recuerde o no lo sepa tiene una gran oportunidad en el María Guerrero. Aunque en realidad cualquiera va disfrutar a lo grande de esta recuperación del texto de Mihura. ¡Ale hop, vayan al teatro!

Crítica realizada por Patricia Moreno

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