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13.09.2016 Críticas  
Sitcom teatral en busca incesante de personajes (bien) desarrollados

El Teatre Condal inaugura la temporada 2016-2017 con AVUI NO SOPEM, el nuevo trabajo del tándem formado por Pep Anton Gómez y Jordi Sánchez. Una comedia que, amparada por un sólido reparto, transforma progresivamente su costumbrismo inicial en un amplio pero conciso retrato de los cinco protagonistas.

La estructura de la pieza introduce la anécdota que dará lugar a una improvisada y conflictiva reunión familiar de un modo preliminar. Curiosamente, el desarrollo de la misma no se revelará hasta prácticamente el desenlace. Esta alteración del orden interno del esqueleto narrativo deja paso a un cuidadísimo trabajo con los personajes. No se buscará un reconocimiento inmediato en un arquetipo concreto sino que la situación se centrará la argumentación y motivación de estas figuras. No tanto el qué, quizá el cómo, pero asegurando siempre el porqué.

La escenografía de Joan Sabaté amplifica en todo momento la sensación del espectador de estar presenciando una comedia situacional. Un único espacio con la utilería estratégicamente dispuesta y que integra las distintas entradas y salidas (indispensables para que el ritmo propio del género se mantenga) dentro del decorado. Manteniendo siempre a la vista del espectador y de los intérpretes tanto las hileras de focos superiores bajo techo como las laterales, la iluminación de Jaume Ventura resulta perfectamente integrada en esta puesta en escena.

Ni siquiera en el apartado técnico hay lugar para el estereotipo. Este espacio, delimitado dentro del escenario, parece trasladarnos por momentos a un plató televisivo. La exposición de los trapos sucios familiares es algo a lo que ya nos hemos habituado en este medio. De esta sobrexposición ha surgido su normalización y pérdida de foco. Que desde la platea el espectador consiga asimilar el extrañamiento que le produce el sentirse como un televidente consciente de la degradación doméstica de la observación participante es un logro.

Que además esta dramatización de la vida rehúya la vulgaridad catódica para zambullirse en la cotidianeidad menos amable y explore qué puede aportar el contexto teatral a todo el asunto queda evidenciado con una sutilidad encomiable en la escenografía e iluminación. La fachada mirará hacia el público y los personajes se moverán frente a ella, chocando contra la portada de su propio fracaso.

En su faceta como director de la obra, Gómez ha realizado una excelente labor con los intérpretes. Jordi Banacolocha rehúye el encasillamiento sin negarnos esa matiz familiar y entrañable marca de la casa. La progresión de su trabajo hacia el desenlace supone uno de los pilares de la función. Maife Gil supera la corrección y pulcritud del estándar de su personaje aprovechando sus líneas de diálogo, especialmente hacia la última parte, al igual que Mercè Martinez. David Bagés consigue mostrar tanto la comicidad como el drama interior de su personaje encontrando siempre la justa medida entre la contención y el histrionismo. Y, finalmente, llegamos a Susanna Garachana. De los cinco, es la actriz la que se lleva la palma creando y desarrollando el personaje en su totalidad ante los ojos del espectador. Siempre adecuada al registro de cada escena y eminentemente generosa en matices. Un placer contemplarla (y escucharla).

Finalmente, en AVUI NO SOPEM hay un interesante y muy curioso juego metalingüístico (a nivel teatral) con los personajes y enfoques que aporta aquí cada intérprete hacia un rol similar al defendido en anteriores trabajos. ¿Qué pasaría si “Agost” de Tracy Letts se fusionara con “Vilafranca” de Jordi Casanovas? Esta cena adquiere un tono distinto, pero ni que sea por los miembros del reparto, la capacidad de evocación de ambos títulos y sus grandes artistas (la que se fue y los que siguen entre nosotros) se engrandece el resultado final sin, por otro lado, desmerecer sus numerosas virtudes específicas.

Crítica realizada por Fernando Solla

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