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15.04.2024 Críticas  
El castillo de Barbazul – Crítica 2024

En versión concierto y en una única función, Josep Pons y la Orquesta Sinfónica Del Liceo abren las siete puertas de El castillo de Barbazul de Bartók en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona. Nicholas Brownlee fue el encargado de interpretar al enigmático y sanguinario asesino de esposas, Barbazul, y Victoria Karkacheva interpretó a Judit, una mujer fascinante y enamorada que abandona el hogar para seguir al ogro.

La obra maestra de Béla Bartók, catalogada por el círculo operístico como un auténtico ‘thriller’ por su dramatismo, sube una vez más al escenario del Liceu bajo la batuta de Josep Pons; reeditando el éxito obtenido en la visita que el Gran Teatre del Liceu realizó en la Opéra National de Paris en junio de 2023.

Recién terminada en 1911, la partitura se estrenó en la Ópera de Budapest el 24 de mayo de 1918 sin éxito, por lo que fue retocada en varias ocasiones por el autor hasta llegar a la versión definitiva de 1938, cuando fue recibida con un éxito que aún perdura. Su llegada a Barcelona en 1954 se transformó en todo un evento, ya que compartió programa con el oratorio escénico Jeanne de Arc au bûcher, de Honegger, con el protagonismo de la actriz Ingrid Bergman dirigida por su marido, Roberto Rossellini.

El castillo de Barbazul (A kékszakállú herceg vára) es la única ópera que concibió Bartók, una obra inquietante y cargada de misterio que, con una partitura colosal y tremendamente exigente, narra una historia que se puede calificar como de auténtico thriller, ya que su personaje principal, el duque Barbazul, está considerado como un reflejo teatral del sanguinario Jack el Destripador.

La ópera se basa en el relato Barbe Bleue de Charles Perrault; una obra que habla de la soledad, de la falta de comunicación e incluso de la salud mental. En ella, Bartók transforma la trama en una obra maestra de la lírica gracias a una partitura monumental, exigente, virtuosística y de muy difícil ejecución tanto por la orquesta como por los dos únicos solistas vocales que dan vida a la pareja protagonista.

El cuento original, publicado en 1697 en la recopilación Las Cuentas de ma mère l’Oye, recreó en parte la figura del sanguinario asesino en serie Gilles de Rais, un noble sádico y perturbado que luchó junto a Juana de Arco y que fue acusado de haber asesinado a cientos de niños y ser adorador del diablo. El libreto de la ópera lo firma el poeta, dramaturgo y crítico de cine Béla Balázs, quien hace un retrato de un personaje que se mueve entre la esquizofrenia y el inconsciente.

Bartók nos presenta así un viaje cargado de simbolismo hacia la mente del enigmático Barbazul de la mano de Judit, su nueva esposa que acaba de llegar al castillo de un hombre que le ha enamorado y a quien sigue confiada. La mujer, a la que le advierten que no haga preguntas, se encuentra en una mansión con siete puertas cerradas con llave que le despiertan tanta curiosidad como su siniestro marido. La música del compositor varía el uso de diferentes tonalidades en relación a cada una de las puertas que, poco a poco, se van abriendo, transformando un viaje cargado de tensión. Una composición de líneas melódicas llenas de contrastes que se adentran en el subconsciente y que se adscriben al movimiento nacionalista que identifica la obra del compositor húngaro.

El barítono Nicholas Brownlee, quien debutaba esa noche en el Liceu, defendió un Barbazul bajo una mezcla de seguridad y firmeza vocal que dejó al público extasiado. Junto a él, la maravillosa y perfeccionista mezzosoprano rusa Victoria Karkacheva, nos ofreció una interpretación excelsa de la curiosa e impetuosa mujer de Barbazul.

Aunque ambos realizaron una interpretación a la altura de lo esperado, esa noche la protagonista absoluta fue la orquesta. Josep Pons y la Orquesta Sinfónica Del Liceo se coronaron como los grandes interpretes a alabar, llevándose los más grandes aplausos por la interpretación de una partitura monumental y exigente llena de momentos virtuosos que hicieron resaltar la grandiosidad de la orquesta del Gran Teatro. ¡Bravi!

Crítica realizada por Norman Marsà

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