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16.02.2024 Críticas  
Así hablábamos – Crítica 2024

La Tristura estrena, con producción del Centro Dramático Nacional, la obra Así hablábamos en el Teatro Valle-Inclán de Madrid. La obra se inspira en el universo literario de la escritora Carmen Martín Gaite y se presenta como un montaje híbrido con fuerte presencia musical.

Violeta Gil, Itsaso Arana y Celso Giménez o, lo que es lo mismo, La Tristura, recibieron del Centro Dramático Nacional el encargo de crear una pieza sobre una autora relevante del siglo XIX o XX español. Ellos pusieron su mirada en la escritora Carmen Martín Gaite e, inspirados en su universo, construyen una pieza que gira en torno a la necesidad de conversar. Con ese planteamiento Así hablábamos llega a escena con una doble dimensión de resultado desigual.

De un lado tenemos una pieza de gran belleza estética interpretada por un grupo de jóvenes actores que trabajan con solvencia, frescura y pasmosa naturalidad. Del otro lado nos encontramos un libreto en el que el universo inspirador de la salmantina resulta demasiado vago. Las referencias veladas o explícitas a sus novelas y a los títulos de las mismas intervienen como un hilo vertebrador notable, pero si algo caracteriza a Martín Gaite, además de los temas recurrentes de su obra (la pérdida o el diálogo), es la profundidad psicológica y casi filosófica de sus protagonistas, que se enfrentan a verdaderas aventuras existenciales. En esta propuesta los ocho protagonistas hablan y expresan extensamente sus sentimientos, pero lo hacen superficialmente, sin asomo de complejidad. Todo es demasiado leve y la conversación roza con demasiada frecuencia una cháchara disfrazada de gravedad. Desde esta perspectiva la inspiración que pretende encontrar Así hablábamos en el universo de la escritora se queda más en un guiño hacia su obra.

No obstante, salvada esta objeción que no afecta a la calidad de la pieza en su conjunto, lo que plantea Tristura es un montaje fresco, con un ritmo fascinante que integra con naturalidad sus elementos y ofrece momentos de una belleza memorable.

Su argumento gira en torno al hecho creativo y al diálogo. Los jóvenes integrantes de un grupo musical sufren la pérdida de su líder en un accidente. Un año después se vuelven a encontrar para concluir el disco en el que venían trabajando. Durante tres días compondrán, ensayarán y hablarán largamente sobre la ausencia y la muerte, sobre las formas de enfrentarnos a la pérdida y sobre la necesidad del otro como puente para el diálogo. Un pretexto narrativo que permite glosar la acción con piezas musicales compuestas principalmente por Ede y Marcos Nadie (alias de Marcos Úbeda) y que son interpretadas, cantadas y bailadas en directo por Anaïs Doménech, Ede, Teresa Garzón Barla, Gonzalo Herrero, Fernando Jariego, Eva Mir, Marcos Úbeda y Belén Martí Lluch, quien se encarga también de la coreografía. La integración de la música y la interpretación fluyen con facilidad, ofreciendo momentos hipnóticos en los que uno se siente completamente absorbido por la obra. A esta sensación de proximidad contribuye un planteamiento del espacio inusual pero que sirve exquisitamente a la narrativa. El escenario, diseñado por Marcos Morau, se concibe como un alargado eje central en cuyas bandas se sienta enfrentado el público, y en cuyos extremos se instalan dos estructuras que conversan permanentemente entre sí. La solución nos sumerge en el diálogo, aproximándonos física y emocionalmente a los protagonistas, y la disposición lineal de la pasarela central nos obliga a girarnos hacia ambos extremos, como lo haríamos ante dos interlocutores.

Además de la interesante concepción del espacio y el modo en que éste influye en el movimiento de los actores hay un desarrollo escenográfico de gran belleza visual. Algunas de sus escenas, como la que refiere a la Reina de las Nieves o el epílogo final, tienen una plasticidad elegante y poética con la capacidad de impregnarse en la memoria con calidad fotográfica.

Así hablábamos mira la obra de Carmen Martín Gaite, aproximándola a una generación que sabe poco o nada de su existencia, y conversa (literalmente) con ella a través de una IA. Es un homenaje poético, bellísimo y ecléctico en el que añoramos algo de la complejidad de la escritora, pero que demuestra a raudales respeto y admiración por su obra. En definitiva, es un montaje que explora nuevos lenguajes y acierta con una dramaturgia refrescante que pone en valor el poder de la conversación. Tengo la sospecha de que a Carmen le habría gustado.

Crítica realizada por Diana Rivera Miguel

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