La sala Nave 73 de Madrid presenta el estreno absoluto de la obra Elektra bizarra y doméstica opereta para cocina. Una obra escrita y dirigida por Lucía Trentini, y co-protagonizada junto a Gloria Albalate, inspirada en la tragedia griega Elektra de Eurípides llena de sentimiento, arte y rabia femenina.
Todos hemos oído las palabras “complejo de Electra” en referencia al período natural de fijación afectiva de una hija hacia su padre durante la infancia. Este término nace del mito de la princesa cuyo padre, Agamenón, vuelve de la guerra después de diez años y es asesinado por su mujer, Clitemnestra y el amante de ésta, Egisto. Electra entonces trama, junto a su hermano Orestes, el asesinato de su Clitemnestra y Egisto.
Elektra presenta así el mito sobre la traición, el amor filial y la venganza que ha inspirado innumerables obras. Aun así, es interesante notar que las tres versiones de Elektra más importantes de la antigüedad pintan retratos muy distintos: Esquilo presentaba a una Elektra doliente y acongojada; Sófocles a una Elektra llena de rabia en busca de venganza; y Eurípides, que inspira la obra de Lucía Trentini, a una Elektra loca y llena de culpa.
En esta opereta no hay Orestes, ni Agamenón, ni Egisto. Sólo madre e hija en una cocina de un piso de 45 metros cuadrados celebrando (o intentándolo), el trigésimo séptimo cumpleaños de Elektra, quien no atisba su independencia y pierde sus días escribiendo en su «libretita». No hay orquesta. Solo están acompañadas de dos guitarras y varios utensilios de cocina. No hay actos, pero sí asaltos en un cuadrilátero con forma de tablero de damas en los que Elektra intentará llevar a cabo su venganza y matar a su impasible madre, seguidos por intentos de reconciliación en los que tanto Elektra y Clitemnestra como Lucía y Gloria hacen lo que pueden por entenderse, por entender a sus personajes y por llegar al corazón mismo de la tragedia.
Lucía Trentini y Gloria Albalate son un tour de force, descaradas, desternillantes, deprimentes y feministas cada una a su modo. Aunque a veces la obra nos pone en situaciones realmente incómodas siempre se hace de manera coherente y con sentido para la comedia. El espectáculo es un ejercicio educativo, analítico, de protesta y de auto-descubrimiento que orbita alrededor de la tragedia clásica y añade capa tras capa en cada uno de los diez asaltos, cambiando a menudo el tono y regalando algunas canciones realmente pegadizas en el proceso.
Crítica escrita por Ariadna Ortega Rodríguez