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08.02.2023 Críticas  
Teatro ‘noir’ en color

Para amantes del teatro, del suspense y de la ciudad de Barcelona, la Sala Beckett brinda una propuesta al mas puro estilo ‘noir’. El teatro del Poblenou programa en la Sala de Dalt Asesinato de un fotógrafo, escrita y representada por Pablo Rosal y que dirige Ferran Dordal i Lalueza.

Un detective con bigote y tirantes interpretando una trompeta triste al inicio y una historia con reminiscencias a alguna película de John Huston y Billy Wilder (solo faltaban las gafas de ver en blanco y negro) son las premisas de esta obra que va, sin sorpresas, del asesinato de un fotógrafo.

Pablo Rosal utiliza la maldita pandemia para dar a luz este texto, que él mismo ejecuta en escena. Comienza con un encargo por escrito en una nota junto a una suma de dinero de Franz Ziegetribe, fotoperiodista alemán, al detective Julio Romero para descubrir quién lo ha asesinado. Este trabajo conducirá a Romero a encontrarse lugares y personas por las calles de Barcelona que le darán las pistas necesarias para llevar a cabo su misión.
 
Con la chulería de Humphrey Bogart y un final muy Hercule Poirot Rosal ha escrito una obra que destaca, ante todo, por su riqueza lingüística. Un género negro que, curiosamente, explica acontecimientos y define personalidades centrándose en el poder y la belleza de la palabra. Así, nos encontramos que la persecución de pistas y el descubrimiento del asesino se convierten en la excusa para un precioso ejercicio oral (y teatral) que se convierte, para mí, en casi más importante que la historia en sí misma.

El detective Julio Romero se pasa 75 minutos en escena solo ante el espectador (quizá unos cuantos minutos menos favorecería a la función), explicando sus reflexiones algunas veces y otras manteniendo conversaciones con unos cuantos sospechosos. Ahí Rosal pasa en cuestión de segundos de ser Romero a ser cada uno de los otros personajes, interpretando a ambos en cada encuentro. Creo que esta es, para mí, la parte menos atractiva de este montaje. Creo que hubiera preferido tener todo el tiempo a Julio Romero explicándome sus indicios, pensamientos y el resultado de sus charlas más que ver esos cambios de personaje todo el tiempo. Sin embargo, no puede negársele el gran trabajo escénico e interpretativo que como actor realiza, gracias a la maestría en la dirección de Dordal.

Y algo que no se puede obviar es la imprescindible fuerza que tienen en este montaje las fotografías y la música. Las primeras, que se irán alternando en una enorme pantalla como pared de fondo, han sido encargadas específicamente en analógico a Noemí Elías, reconocida fotógrafa del tejido teatral de Barcelona, y que ponen imagen a las palabras de Rosal. Y en la parte sonora, el jazz como aliado y las maravillosas composiciones a cargo de Clara Aguilar y Pau Mata. A todos ellos se une la participación de Sílvia Delganeau, en lo relativo al concepto escénico y vestuario, y cierran el círculo ambiental de una función que es muy disfrutable.

Asesinato de un fotógrafo es un trabajo caprichoso, en el que se perciben cuidado, esmero y un gran amor por el arte. Y, además, por si le faltaba algo, también tiene ‘plot twist’. En la Beckett la tienen hasta el 19 de febrero.

Crítica realizada por Diana Limones

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