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13.01.2023 Críticas  
Una controvertida Tosca pisa con fuerza las tablas del Liceu

Tosca de Giacomo Puccini es la encargada de inaugurar el 2023 en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona. La ópera, que se presenta bajo la visión del director Rafael R. Villalobos y en una nueva coproducción estrenada en La Monnaie y coproducida con el Liceu, mezcla referencias al film Salò o le 120 giornate di Sodoma de Pier Paolo Pasolini que no dejan a nadie indiferente.

El Gran Teatre del Liceu comienza en el año con una nueva producción de Tosca de Puccini. Una de las óperas más representadas en el Teatre de la Rambla que regresa bajo la dirección escénica de Rafael R. Villalobos y con un extenso reparto de lujo que incluye los nombres de Maria Agresta, Sondra Radvanovsky, Michael Fabiano, Vittorio Grigolo y Željko Lučić, entre otros.

La historia original de Tosca transcurre en Roma en 1800, donde Cavaradossi es un liberal –por tanto, partidario de la Revolución Francesa y de Napoleón Bonaparte–, mientras que Scarpia es el jefe de la policía del Vaticano, un agente político al servicio del régimen absolutista del Papa. En la producción de Villalobos, ambas posturas ideológicas se trasladan al presente, en el que Cavaradossi es un defensor de la emancipación individual y de los derechos humanos, y Scarpia un cómplice de la intolerancia que representa la tentación fascista. Para reforzar este simbolismo, Villalobos ha decidido acompañar la acción con personajes, obras de arte y situaciones que refuerzan la tesis de que el poder tiene miedo al arte.

Para ello, el director se sirve de dos nombres principales: el director de cine y escritor Pier Paolo Pasolini –asesinado en 1975, y que fue amenazado en vida por las facciones fascistas que sobrevivieron en Italia tras el fin de la Segunda Guerra Mundial– y el pintor barroco Caravaggio. A lo largo de toda la obra, la lectura que desprende la producción se convierte en transparente: Tosca es una víctima de las estructuras del poder, pero Cavaradossi no es una víctima menor, ya que ambos encarnan las virtudes revolucionarias del arte y el amor.
Además de los dos amantes, cabe mencionar la tercera figura principal de la ópera, Scarpia. Villalobos traza un perfil del jefe de la policía del Vaticano y potencia los vicios más bajos, particularmente la lujuria.

La dirección de Villalobos para Tosca es, entre otras palabras, controvertida. El director escénico ha sabido conjugar perfectamente una obra clásica para adaptarla a una idea personal (gran apuesta, a mi parecer) que genera una polémica palpable y existente en cada una de las funciones. Si bien es cierto que la adaptación de las óperas a un tiempo existencial más cercano es algo que está a la orden del día y que, supuestamente, la sociedad actual tiende a presentar una mayor amplitud de miras; parece que en pleno siglo XXI aun hay una parte del público del Liceo que no se presta a una mezcla rompedora como la de Villalobos. Sonoros abucheos resonaron al inicio de la segunda parte y, obviamente, en los saludos finales a partir de la aparición del director.

Muchas de las escenas que podemos disfrutar (ideadas con inteligencia por el escenógrafo Emmanuele Sinisi) están inspiradas en películas de Pasolini, como es el caso de la aparición del Palazzo Farnese, sede del poder policial en Roma; también se representa Los 120 días de Sodoma, una versión libre de la novela de El Marqués de Sade en la que el director hacía un retrato cruel del poder de Mussolini. La obra que, en algunas ocasiones, explicita el amor bisexual y homosexual (algo que, según una parte del público presente el día de su estreno, hace perpetuar la memoria de Puccini al inicio de la segunda parte), transforma el escenario en la resaca de una orgía, en la que la decoración en el escenario consiste en retratos de jóvenes desnudos. Los cuadros desempeñan un papel central en esta producción: inspirados en algunas de las obras más famosas de Caravaggio, han sido creados por el prestigioso artista Santiago Ydáñez, galardonado con el premio de pintura BMW 2018.

En mi opinión como espectador, es comprensible que el público muestre su disconformidad en los aplausos finales si no le ha gustado lo que ha visto, pero me parece una sonora falta de respeto los abucheos e insultos por parte de algunos espectadores en pleno disfrute de la ópera. Eso explicita que, aunque el mismo Liceu indicara en su web esta información (Esta producción de Tosca contiene referencias al film Salò o le 120 giornate di Sodoma de Pier Paolo Pasolini que pueden resultar ofensivas para algunos espectadores), hay espectadores que siguen acudiendo a los teatros sin saber exactamente qué van a ver. Algo que para ellos fue una falta de respeto, ocasiona para otras personas la misma vivencia por parte de la persona que impide que la ópera siga su curso gritando desde su butaca. Si pedimos respecto, primero hemos de mirarnos a uno mismo y dar lo que solicitamos a los demás.

En relación a los intérpretes, destacar la explosiva y brillante voz de Maria Agresta como Tosca, la profesionalidad de Michael Fabiano como Mario Caravadossi y el perfecto Scarpia del barítono Željko Lučić; de los más vitoreados en los saludos finales. El Coro del Gran Teatre del Liceu, dirigido por Pablo Assante, estuvo soberbio en todas sus intervenciones (la mayoría fuera de los focos) y la Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu, dirigida por el maestro húngaro Henrik Nánási, realizó un estupendo trabajo para llevar a buen puerto la armonía tensa y compleja que es Tosca.

Crítica realizada por Norman Marsà

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