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25.01.2022 Críticas  
La chica de la calle Tormento

Loles León vuelve como estrella absoluta a los escenarios de la mano de Juan Luis Iborra en el Teatro La Latina de Madrid con Una noche con ella, un espectáculo en el que repasa su vida a la par que demuestra su gracia, estilo y capacidad para entretener, divertir y emocionar.

Aunque María Dolores León Rodríguez nació en Barcelona, en el número 10 de la calle Tormento, ella ha acabado por convertirse en una chica de mundo. De por medio una carrera como cabaretera, labor en la que la elogió Francisco Umbral; actriz cinematográfica, una de las secundarias más excelentes del cine español; presentadora de televisión, donde deslumbraba con su capacidad para enamorar a la cámara; y como compendio de todo ello, también entertainer, no hay reto audiovisual o escénico que se le resista como bien ha demostrado unos cuantos viernes atrás en horario de máxima audiencia convirtiéndose en cuantas estrellas de la canción hiciera falta.

Una noche con ella no pretende innovar ni sorprender. Su premisa es Loles, Loles y Loles. Y eso es lo que ofrece, con naturalidad, espontaneidad y transparencia. Juan Luis Iborra ha escrito un texto que media entre la persona y el personaje, sin dejar claro cuánto hay de una y de otra, cuánto sucede únicamente cuando la León está sobre las tablas, cuánto es igual a cuando está alejada de los focos y cuánto es ficción, porque una invención no está de más si con ella haces disfrutar aún más a quien ha venido a verte.

Repasa su infancia, sus inicios en la profesión, la manera en que fue forjando su particular y muy personal estilo, y la catapulta que convertirse en chica Almodóvar supuso para su fama y consideración por el gran público. Un libreto sencillo, que solo busca mostrar y conectar, que deja mucho a la capacidad de aquella niña de la Barceloneta de conectar con el patio de butacas. Algo en lo que ella está más que sobrada. Lo hace gracias a su capacidad para moverse sobre el escenario y cambiar de registro. No baila, ni falta que le hace, pero es capaz de seguir las coreografías de Luis Santamaría con las que Briel González y Fran del Pino derrochan fisicidad. Y canta acompañada al piano de Yeyo Bayeyo con soltura, hasta le suelta una égloga al pito.

Iborra y Loles León ya han trabajado juntos previamente y se nota que hay conocimiento, complicidad y confianza entre ellos. El sabe de lo que ella es capaz y su escritura ofrece cotilleo y picardías, pero también reflexión y una mirada serena sobre el mundo que ha vivido y en el que sigue al pie del cañón. No la invade en ningún momento, le deja margen para improvisar si lo considera o lo necesita, así como para buscar la mirada del espectador. Ya sea para sorprenderle, provocarle o causarle una sonrisa continua, que torna en mirada cariñosa unas veces, en carcajada sonora otras.

Una noche con ella podía haber dado más de sí, haber sido más jugosa e incisiva, no tan conformista en su pasaje cinematográfico o abrupta en su cierre final. Pero así está bien. Loles León está muy bien. La escenografía de Eduardo Moreno, la iluminación de Juanjo Llorens y el vestuario confeccionado por Apramp le quedan como un guante. Ella se merece ser protagonista, que nos pongamos en pie al final de la función, que le gritemos bravo y la aplaudamos mientras deseamos volver a verla en un teatro, en la televisión o en el cine.

Crítica realizada por Lucas Ferreira

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