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24.12.2021 Críticas  
Corazón que no siente

La cena de Nochebuena como momento, tema y tiempo de Ojos que no ven, cortometraje de Natalia Mateo que ahora adopta forma escénica bajo la dirección de Carles Alfaro en los Teatros del Canal en Madrid.

El teatro y el cine son vasos comunicantes y convergentes. Se influencian y se complementan de manera recíproca. Guiones que se convierten en libretos y dramaturgias que se transforman en relatos fílmicos. En esta ocasión el paso es el primero, de la gran pantalla a los escenarios, con la salvedad de que en su versión inicial -cortometraje nominado a los Premios Goya en 1912- duraba catorce minutos y estos son ahora los noventa que dura la representación a la que se puede asistir en la sala negra de los Teatros del Canal. Es decir, no es una adaptación sin más, sino una nueva creación a partir de aquella.

La premisa de Ojos que no ven es muy sugerente. Navidad, familia y verdades ocultas o no pronunciadas. Un cocktail tan realista como apropiado para los días en los que nos encontramos. Fechas anheladas por unos, odiadas por otros, y todos de acuerdo en que constituyen una síntesis de la estirpe a la que pertenecemos. En esta familia teatral los mencionados tienen tanta presencia como los que han acudido a ponerse hasta arriba de melón con jamón, gambas y helado. Son igual de protagonistas que los que hablan, discuten y deciden sobre ellos. Su invisibilidad llena el vacío y las conversaciones hasta convertir estas en un bucle del que nadie parece saber cómo salir sin decir una y otra vez lo mismo.

Y ese es su exceso. Gira y gira sobre los ausentes, haciendo secundarios a los presentes hasta el punto de convertirlos en caricaturas necesarias en las que se acumulan los arquetipos de las conflictividades familiares que han estado en el origen de muchas de las grandes obras del teatro universal. Con la salvedad de que en esta ocasión no seducen o impactan con sus sugerencias y sus explosiones, sino que se limitan a ser elementos útiles para un espectáculo que tiene como objetivo entretener y hacer sonreír a partir de un presupuesto melodramático.

Algo lícito y bien intencionado, pero que resulta insuficiente ya que se convierte en una sucesión de gags que no profundizan cuanto podrían o deberían en las personalidades, las relaciones y el pasado de la madre, las tres hijas, los dos yernos y el nieto al que conocemos. Una superficie lucida, con intercalados musicales compuestos por Albert Sanz, pero sin la profundidad necesaria para permitir el despliegue que, a buen seguro, serían capaces de ofrecer Mamen García, Mariola Fuentes, Javi Coll, Mar Abascal, Jorge Roelas, Álvaro Fontalba y María Maroto.

Un fresco visualmente aparente -gracias al vestuario de Sofía Nieto (Carmen 17), la escenografía de Alessio Meloni y la iluminación de Felipe Ramos-, al que muchos espectadores aplaudieron en pie el día de su estreno mientras otros nos quedábamos con las ganas de haber sentido lo mismo que ellos.

Crítica realizada por Lucas Ferreira

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