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08.11.2021 Críticas  
Sublime astenia romántica de Preljocaj

El Gran Teatre del Liceu de Barcelona acoge una nueva y tonificante visita del Ballet Preljocaj. Desglose y decalaje de poemas musicales convertidos en bellísimas imágenes vivas y coreografiadas. Una hipnótica y ponderada sublimación de la obra de Franz Schubert, desempeñada por una fantástica compañía de doce cuerpos que funden técnica y estética a la perfección.

Preljocaj nos mostró el latido y la respiración del ballet en su anterior visita a la casa, que además supuso su debut aquí. En esta ocasión, construye el espectáculo a partir de los veinticuatro y homónimos lieder de Schubert, interpretados con solvencia y adecuación máximas por el barítono Thomas Tatzl y el pianista James Vaughan. A veces desde foso y otras desde el escenario y cerca de los bailarines, un cúmulo de emociones afloran de este espectáculo tan harmónico como profundo y, a pesar del invierno, finalmente luminoso y floreciente.

Cuando un cliclo muerte, otro nace. Es necesario transitar el invierno hasta verlo fenecer para que florezca la primavera. Así lo vemos en la secuenciación también de la puesta en escena y así lo entendió Schubert como máximo desarrollador de este tipo de música a caballo entre el Clasicismo, el Romanticismo y su posterior evolución durante el siglo XX. Así lo entienden, también, Preljocaj y todos los implicados en Winterreise.

La coreografía de Preljocaj (y el trabajo de los intérpretes) está deliciosamente equilibrada y construida. Se consigue poner el foco totalmente en el ballet sin renunciar nunca a evidenciar la musicalidad del conjunto. Por parejas o duetos, tríos, cuartetos o en grupos de seis. Por géneros o interconectados de seis a doce… Se va trazando una evolución de pentagrama secuenciado y físico, a la vez refinado, contundente y sensual. Amor y naturaleza, dos temas románticos por excelencia se transcriben coreográficamente en los cuerpos entrelazados o en inclinación hacia el suelo. Se consigue evocar el paso estacional en una misma línea espacio-temporal con la vinculación entre los (normalmente dos) seres humanos.

En esta ocasión, se trabajan especialmente las transiciones de un cuadro a otro. Con una finura inaudita, incluso reúne a las y los bailarines cuando se enganchan para formar ilusorias esfinges con diversas caras. La noción de movimiento, con su ritmo y temporalidad está muy presente también la velocidad de los gestos y pasos, también modulables y moldeables en función del momento y siempre con excelentes resultados. Aquí se suman el resto de disciplinas artísticas: la escenografía de Constance Guisset, la iluminación de Éric Soyer y el diseño de vestuario del propio Preljocaj. Maravilloso espacio aparentemente vacío y cubierto de cenizas con la que la coreografía se fusionará. Gracias al diseño de las piezas y los movimientos parecerá que las telas y materiales lleguen a la osmosis con el resultado conjunto. De este modo, la unión de vestuario y coreografía consigue la ilusionante sensación de estar descubriendo plasticidades que evocan el paso del invierno a la primavera y, además, los distintos estados de ánimo humanos y asténicos. Un trabajo superior tanto a través del gesto en estado puro, así como de los sentimientos que pueda sugerir el género musical tratado.

Cada grupo alternará sus intervenciones, en ocasiones en presencia del otro. Enfrentamiento inicial que progresivamente se tornará en reflejo. Preljocaj convierte el espacio escénico en un no tiempo y no lugar multidimensionado tantas veces como lieder son interpretados como acompañamiento. Entradas y salidas que no serán sólo los laterales del escenario sino también el fondo escondido tras el segundo telón. No hay palabras para describir la entidad alegórica y el despertar sensorial y físico que produce esta coreografía. La perfección técnica se muestra sin costuras visibles y la coordinación parecerá siempre surgida desde la espontaneidad más absoluta. Cuerpos que únicamente podrán expresarse a través del movimiento cuando ya no queda otra opción para comunicarse. Espectacular ejecución unificada en una compañía en estado de gracia constante, progresivo y absorbente sin parangón.

Finalmente, en manos de Preljocaj todo es posible cuando la probabilidad es la capacidad de transformar cualquier música o sonido en movimiento. De nuevo, una visita imprescindible para comprender la necesidad, relevancia e inquietud de la danza como máxima manifestación de la motivación motriz, expresiva y expansiva, del ser humano.

Crítica realizada por Fernando Solla

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