El Teatre Tantarantana de Barcelona sube a Àtic 22 la última propuesta de Oriol Morales i Pujolar. Con Articulado ligero se persiste en la indagación dramatúrgica a partir de una musculosa convivencia protagónica del plano formal y argumental. Una pieza que lleva el nivel conversación en el ADN de su lenguaje interno e implica en todo momento al espectador.
Sucedía en Bruels y aquí vuelve a ocurrir y con éxito rotundo. No se trata de repetir fórmula sino de alinear una visión particular y marca de la casa sobre las artes escénicas con la historia que se quiere explicar y, sobretodo, con la capacidad de transformar el «porqué» de esta necesidad de comunicación en algo compartido. No hay mayor muestra de honestidad profesional que elegir un tema que de algún modo nos concierna a todos y al mismo tiempo poseer la capacidad, habilidad y aptitud para llevar a cabo la no siempre fácil empresa de transmitir y contagiar ese sentimiento de pertenencia. En este caso, se trabaja a partir del compromiso con los distintos elementos o factores de la comunicación humana aplicados al terreno dramático: emisor, mensaje, receptor, código, canal y contexto (situacional y temático).
Una fábula contemporánea y de factura asertiva en la que habrá tiempo hasta para esparcirse y descubrir toponimia o plasmar dos carácteres opuestos que superarán el antagonismo familiar para recuperar su condición de co-protagonistas. Negacionistas de lo no tangible o demostrable dentro de los cánones de la vida más allá de lo establecido por el poder dominante frente a los que buscan siempre algo más y se lanzan a ciegas y sin ni siquiera contemplar las consecuencias o desenlace. «Les llegendes serveixen per foragitar la por» como punto de partida y, tras ver el espectáculo, podemos afirmar que la misión se ha cumplido y que este relato es también estación y recorrido para cualquiera de las sensibilidades convocadas entre el público.
De un modo horizontal, como también lo será la planificación y convivencia protagónica de todas las disciplinas implicadas, destaca la inmensa destreza y soltura para trabajar con el entorno extra-lingüístico y para plantear realidades y/o fantasías hipotéticas de un modo totalmente verosímil y atractivo. Sin duda, el trabajo de Morales i Pujolar haría las delicias de cualquier figura pedagógica de semiótica aplicada. Un texto y dirección de intérpretes que matiza puntualizaciones «anecdóticas» con un detallismo crepuscular y que trabaja constantemente y muy bien con las nociones de posibilidad, apariencia, probabilidad, suposición, creencia, veracidad, credibilidad, conjetura y certidumbre.
En este sentido, la interpretación de Ramon Micó es fantástica. Una sincronización total y inquebrantable de principio a fin con todos estos fundamentos y un gran talento para barnizar de autenticidad esta «charla» sin que nunca parezca que recurre a la parrafada o conferencia. El actor naturaliza lo imprevisto de la oralidad con grandes dosis de espontaneidad e intuición, escuchando siempre al texto y a su compañero y, al mismo tiempo convirtiéndose en el aire y pulmones de la pieza. A su vez, Gerard Bosch juega su rol de intérprete «invitado» a contar esta historia con las mismas aptitudes que su compañero y con la dificultad añadida de tener que mostrar su construcción de personaje en «directo». Un muy buen contrapunto a su camarada en escena, que ya estará constituido como «él mismo» cuando nos recibe en la sala. Dos grandísimos e imprescindibles embajadores que nos acompañan en todo momento y persisten en nuestra retentiva al abandonar la sala.
Herencia, linaje, instinto, afinidad, semejanza… ¿Cómo relacionamos estos términos con la memoria? El salto generacional o atavismo de la misma sería lo que nos explica Morales i Pujolar con la comitiva inestimable de Micó, Bosch y, por supuesto, de Mercè Lucchetti y Aleix Plana. Escenógrafa/iluminadora y diseñador de audiovisuales respectivamente que comparten protagonismo junto al siguiente participante en este encuentro: el público. Un espacio colaborativo en el que el audiovisual y la manipulación/gestión que se hace en directo y la dosificación lumínica consiguen que el ambiente (re)creado sea el óptimo para que todo fluya con el ritmo y tono deseado y de modo acorde al lenguaje interno (progresivamente manifiesto) de la propuesta.
Finalmente, nos encontramos ante una pieza que no solo trabaja, desarrolla y cumple con adecuación y sintonía sus premisas internas de un modo en el que nunca se verán las costuras sino que siempre incluye al espectador como parte indispensable en la conversación/intercambio que también es una pieza teatral. Persuasión y empatía van de la mano hasta situarnos en el terreno de la necesidad mutua y compartida. La de explicar(nos) y escuchar(nos) más allá del ejercicio introspectivo, verbalizando y por tanto convirtiéndonos en (y compartiéndonos como) una «realidad» plausible y admisible para las demás. Articulado ligero se erige como una propuesta que poco a poco va calando en nuestro espectro sensitivo hasta el punto de sublimar y trascender el pacto narrativo-dramático y transformar las barreras de la verosimilitud para compartir esa «verdad» que lo es porque como espectadores también la hemos visto y hemos estado «allí». Un allí en forma de función teatral que triunfa en la alineación horizontal de todas las disciplinas que intervienen.
Crítica realizada por Fernando Solla