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29.01.2020 Críticas  
Puentes entre el presente y el pasado

Paco Zarzoso, actor, director y dramaturgo, firma autoría en La casa de les aranyes que está estos días en la Sala Petita del TNC. Con un veintena de obras a sus espaldas, ha conseguido un trabajo pulido y atrayente, que engancha al espectador nada más empezar.

En una apartada urbanización donde solo hay unas cuantas casas, el propietario de una de ellas, la llamada casa de las arañas, ha vuelto tras unos años de ausencia. Es un médico carismático y de carácter amable. Pero desde el mismo principio se presiente que tras sus exquisitos modales hay una historia por descubrir. Sus vecinos de enfrente, los de la casa de las dalias, también tienen su propio relato personal y poco a poco, a través del recién llegado médico, descubrimos a cada uno de esos personajes y todo lo que tienen que contar. Todos viven en un presente afectado por el pasado. Y ese pasado aparece, de manera paralela, para destejer esa tela de araña que los tiene atrapados.

La historia es sugerente desde la primera escena, con la conversación entre el recién llegado y la hija ya adulta de la casa de las dalias. A partir de ahí, se desarrolla un texto que rezuma secretos y revela intimidades con cuentagotas de manera que, lenta pero firmemente, se construye ese mundo de telaraña. Los saltos en el tiempo, donde se escenifican el origen de la historia, que de alguna manera les atañe a todos, hace el montaje más llamativo y carga las escenas de emoción.

Max Glaenzel se ha encargado del espacio escénico, donde coexisten sencillez y elegancia. En esta ocasión, un cubo negro, unas dalias que aparecen y desaparecen, una moto vieja y una mesa de jardín representan los dos espacios protagonistas, y dos épocas temporales. Glaenzel siempre acierta y una vez más, ha vuelto a hacerlo, confiriendo de su toque personal el escenario, algo que para los que hemos visto muchos de sus trabajos, ya esperamos. Igualmente importante es la iluminación de María Domènech, que sirve para evocar el pasado, el presente o las diferencias meteorológicas de este lugar apartado. Con su juego de luces crea esos lugares y ambientes que conducen al espectador hasta donde Zarzoso quiere que esté. Muy buen trabajo también el de Isabel Latorre en la composición y el sonido de Carles Gómez que perfectamente acompañan al resto de aspectos técnicos de este montaje, convirtiendo el escenario en un espacio visual y sonoro realmente interesante viéndolo desde la perspectiva del público.

En cuanto al elenco, el conjunto actoral nos regala unas interpretaciones que consiguen sacarnos de nuestros asientos y meternos en ese lugar un tanto inhóspito donde todos se han reunido. Destaca, sobre todo, Francesc Garrido, que defiende con una gran capacidad ese papel central de médico y dueño de la casa de las arañas. Su personaje, como eje central, requiere de altibajos rítmicos que desempeña con total calidad interpretativa e invita al espectador a unirse a su viaje hasta el lugar de donde procede y hasta descubrirnos sus peores pesadillas. Un excelente trabajo de control sobre el escenario el que nos hemos encontrado con Garrido.

Verónica Andrés, Àgueda Llorca, Rosa Renom, Pep Ricart y Santi Ricart componen el resto de personajes que van descubriendo paulatinamente esas verdades que les oprimen y que, finalmente, terminarán con mejor o peor suerte. Todos ellos escenifican sus historias con una justa intensidad, pero la suficiente para conmover a la platea y entregarnos un plato fuerte de drama contenido. Realizan un excelente trabajo y forman un conjunto equilibrado sobre el escenario por el que felicitar a Paco Zarzoso y a Lurdes Barba quienes, como directores del montaje, han sabido trasladar del papel a la escena esas historias y sus protagonistas.

La casa de las aranyes nos recuerda que no hay presente sin pasado. Y que ese pasado, muchas veces, nos acaba alcanzando. Nos transmite los resultados del aislamiento de la sociedad y la influencia de nuestra asociación con los otros. Y, todo esto, envuelto en un aroma de recuerdos, belleza y misterio. Es una pieza completa, donde se percibe a un Zarzoso en su madurez, que recomiendo sin duda alguna.

Crítica realizada por Diana Limones

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