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03.01.2020 Críticas  
Discepolín y Dickens van al karaoke

El Teatre Tantaratana acoge Mordisquito (Tangos per a tres veus i un fantasma). Una pieza a contracorriente que convoca a Enrique Santos Dicépolo, «el filósofo del tango», y lo sumerge en el de Cuento de Navidad de Charles Dickens. Els Baixos 22 se convierten en un trasnochado karaoke para una propuesta que sorprende por su idiosincrasia y discurso.

Si bien es cierto que la fábula navideña de Dickens sirve más de base para proponer un divertido reverso de la naturaleza de los personajes del original, lo que realmente llama la atención es el retrato que se expone de Discépolo. Tanto del personaje real como de la validez o ejemplificación artística a las que se somete su figura y su confrontación al respecto con la actualidad de músicos y comediantes. De la fábula kitsch al teatro documento, repasando unos temas musicales de los que se antepone su contenido y alcance social. ¿A día de hoy, sabemos escuchar y extraer un mensaje provechoso de una canción? ¿Saben inferirlo los compositores, cantautores y/o productores con vocación más popular/comercial? ¿Se lo exigimos o, por el contrario, les castigamos cuando pretenden despertar nuestra capacidad crítica durante más de dos versos seguidos?

De la dramaturgia de David Bo destaca, precisamente, el retrato del argentino y su re-conversión en personaje con recorrido propio como protagonista de la pieza de ficción que nos traemos entre manos. Con breves pinceladas consigue plasmar las facetas fundamentales para entender su universo. Compromiso político y militancia peronista pero también su desencanto y divorcio de la élite cultural e intelectual. ¿Qué queda ahora de su vinculación al conflicto social? ¿Puede una ideología manifiesta enterrar la popularidad y fe ciega de las masas? La depresión del artista contemporáneo puede justificar su claudicación frente al poder dominante? Si unimos esto a la crítica contra el capitalismo (en su caso, industrial) de Dickens, ya hemos identificado los por dónde andan los tiros de Mordisquito.

La dirección de Marc Vilavella aporta bastante ritmo al conjunto y consigue que esta curiosa miscelánea o combinación genérica llegue a buen puerto. Aprovecha la escenografía de Jordi Bulbena y el diseño de luces de Sergio Roca para naturalizar este tono entre fantástico y alucinado que tiene la propuesta, así como las situaciones más inverosímiles (si plantáramos una lectura realista) y hace que convivan en escena de modo totalmente creíble. En este espacio, la música de Marc Font Prat convive con algunos clásicos del argentino como la pieza que da título al espectáculo o Cambalache, por citar una par de ejemplos.

Esto no sucedería sin la implicación de los intérpretes. Rubén Yuste realiza una inmersión sorprendente y transversal en el personaje. Desde su primera aparición en escena lo descubrimos completamente alineado con la imagen melancólica del Discépolo real y, al mismo tiempo, vemos la construcción del mismo a través de la mirada y los distintos ademanes, que transmiten y comunican sin apenas palabras. Vocalmente más que adecuado, así como sus compañeras en escena, nos ofrecerá buenas aproximaciones a los tangos. Lo mismo que Laura Yvars, Úrsula Garrido y Xuel Díaz (revelándose las dos últimas, y de nuevo, como excelentes intérpretes de canciones, algo que ya comprobamos en La Bohèmia). Con desparpajo y espontaneidad hacen verosímiles todas y cada una de las situaciones ideadas. A destacar el movimiento (también de Yuste), así como su ejecución, tanto del mismo artista como de sus tres cómplices en escena.

Finalmente, Mordisquito (Tangos per a tres veus i un fantasma) resulta un espectáculo de apariencia amable pero con varias capas de lectura y profundización. Anécdotas y situaciones hilvanadas a través de tres espíritus vivos que se relacionan con un fantasma con el que comparten oficio y frustración. Un buen reflejo de un estado de ánimo no por extendido menos válido o dramatúrgicamente relevante. Una rareza que se disfruta con agrado y progresiva curiosidad gracias (de nuevo) a las interpretaciones y a ese careo y mirada hacia nuestra realidad más inmediata.

Crítica realizada por Fernando Solla

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