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12.07.2019 Críticas  
Sylvia Parejo y el (des)amor en el musical

A menudo los conciertos de musicales se centran en temas más o menos modernos. Echaba de menos un recital que recuperara los títulos clásicos y sus canciones: Musicales Dorados, que Sylvia Parejo ha presentado en el Onyric de Barcelona dirigido por Joan Vázquez, hace justo eso a través de un hilo conductor de lo más emblemático: el amor y el desamor.

El espectáculo, con Gerard Alonso al piano, abre con un poupurri energético y lleno de positividad: enmarcados por «Everything’s coming up roses» de Gypsy, Parejo nos ofrece secciones de «I feel pretty» (West Side Story), «Singin’ in the rain», «I got rhythm» (Girl Crazy) y «Hello, Dolly», mientras la protagonista se va preparando para una romántica velada nocturna. Pese a algún pequeño caos escénico (la única pega a una velada estupenda), la cantante va afrontando todas las canciones con solvencia y resolución, y en el caso del tema que abre y cierra este segmento inicial, con la potencia que exige el tema de Sondheim.

El resto de la noche se desarrolla en el bar donde la protagonista espera (y desespera) a un acompañante que nunca llega. Los temas van de los esperanzados «Maybe this time» de Cabaret, «My favorite things» de Sonrisas y Lágrimas o «I could have danced» de My Fair Lady, a la melancolía de «When you’re in love» (Siete novias para siete hermanos) y «Smoke gets in your eyes» (Roberta), y finalmente a la oscuridad de temas tan clásicos como «The man that got away» de Ha nacido una estrella o el fenomenal tríptico que hace combinando el «Bill» de Show Boat, el «My Man» de Fanny Brice y el «Love for Sale» de Cole Porter para The New Yorkers, lo cual conduce a una versión en castellano de «I Cain’t Say no» de Oklahoma (de la misma obra, ya habremos escuchado antes «People will say we’re in love» en catalán, el único duo de la noche) que nos da algunas claves de la dependencia emocional del personaje que encarna Parejo. La velada culmina con ese personaje dando un paso adelante y reivindicándose con «People»/»Don’t rain on my parade» (Funny Girl) y las notas de «Moon River», antes de despedirse con un bis Sinatra/Minelli: «New York, New York».

La elección de los temas no solo aporta un matiz argumental que se agradece a un concierto que podría haber prescindido de él, sino que permite a Parejo desarrollar su voz en canciones con requisitos distintos, escritas en décadas muy distintas (de los 20 a los 70), con apuntes de voz mixta y lírico, y una energía, encanto y simpatía que hace creer que las canciones, en efecto, fueron escritas para ella. El detalle argumental ayuda a Parejo a desarrollar pequeños momentos cómicos con su camarero, de complicidad o a invocar emociones concretas para imbuir después las canciones de la magia necesaria. Y el idioma, en todos los casos, es lo de menos.

Un concierto muy interesante que recorre una parte importante de la historia del musical sin voluntad académica, sino apoyándose en lo que desde Show Boat lo hace tan grande: la combinación de una trama, unos personajes y unas canciones que les permiten expresar lo que las palabras no pueden. Y eso Sylvia Parejo lo entiende a la perfección.

Crítica realizada por Marcos Muñoz

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