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16.11.2018 Críticas  
Silencio

El segundo estreno de la presente temporada del Teatro de la Zarzuela va a atraer al templo lírico a curiosos y fieles zarzueleros por lo curioso de la propuesta: La Casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca en versión operística, siendo este su estreno mundial, tras un proceso de creación que enmarca desde el 1991 al 2006.

Admiración por la poesía y la tragedia del granadino, con un resultado que no cubre las expectativas que sobre él se vierten. Sobra explicar, creo yo, al menos esta vez, el argumento de este texto de Lorca, que a grandes rasgos, es una tragedia femenina, desarrollada en un patio encalado, donde nueve mujeres pierden la vida poco a poco, castradas por la tradición y una tirana madre empoderada por la reciente muerte de su esposo.

De un par de años a esta parte, coincidiendo con el aniversario de la muerte del gran creador Lorca, no hay temporada que no solape al menos dos estrenos de revisiones de sus obras. En estos momentos, el Romancero Gitano de Lluís Pasqual en el Teatro de la Abadía, y este La Casa de Bernarda Alba en el Teatro de la Zarzuela. Hay una persona que une estos dos proyectos, y es la actriz Nuria Espert, intérprete en uno, y abuela de la directora de escena de este, Bárbara Lluch, que, por sus declaraciones sobre esta ópera, está totalmente cegada por la admiración y el orgullo familiar, y parece perder el mínimo de objetividad que se debe tener ante cualquier empresa.

Miquel Ortega se encarga de la música y la dirección de la misma, sobre el libreto que encargó a Julio Ramos (aka Bruno Bruch) antes de su muerte, y que no pudo ver estrenado en ninguna de sus versiones. Tras un estreno de La Casa de Bernarda Alba en Rumanía en 2007 en su versión sinfónica, el Teatro de la Zarzuela estrena mundialmente esta ópera en tres actos, cuyo principal interés versa sobre una magnífica y espectacular escenografía de Ezio Frigerio con Riccardo Massironi, que nos transporta visualmente a esas cuatro paredes del patio de la casa que será el ataud en vida de las mujeres que lo habitan. El sencillo y efectivo vestuario de Franca Squarciapino ayuda en la ambientación, con un plano diseño de iluminación que hubiese ayudado bastante a que la atmósfera fuese mágica.

Culpo a las expectativas que tenía sobre este montaje, para que mi decepción haya sido mayúscula, a mi pesar. Bárbara Lluch opina que nos encontramos ante el «mejor libreto de ópera de la historia», pero como opina una madre que su niña es la más bonita de todas. No hay objetividad, y erra en este juicio. La historia de tesón a lo largo del tiempo de Miquel Ortega por levantar esta música, y la ilusión creadora del mismo desde sus más tiernos años, nos sitúan ante quizás el proyecto más personal de él y Lluch como creadores, por los vīnculos sentimentales y familiares que les puedan atar, pero la música no brilla y desconcierta. Los acordes y composiciones podrían acercarse al relato de terror psicológico que es La Casa de Bernarda Alba, por la dureza, los acentos y sentimiento de marcha fúnebre y réquiem constante; pero pasan a percibirse como ruido blanco, como las paredes encaladas, y ni una de las piezas es memorable ni rememorable.

Si técnicamente la partitura precisa de una gran exigencia vocal que se vincula con la orquesta y a su vez se vea apoyada en la interpretación de las sopranos y mezzosopranos, todos estos hilos son cortados, y por momentos parece que la voz, interpretación y música vayan de forma independiente (¿cosas del directo y primera función?) El mayor valor que se le puede pedir a una pieza musical (ya sea ópera, zarzuela, o musical) es que uno abandone el ateneo con una melodía en la cabeza, y ese éxito, en este proyecto en el estado actual, no se consigue. La única pieza memorable que uno se lleva a casa son las intervenciones de Julieta Serrano, que en ningún momento son cantadas, y son las únicas veces que uno percibe emoción de toda la función. María Josefa, de 80 años y madre de Bernarda, es la estrella junto a la escenografía: evocadora, opresiva e inflexible. El resto: silencio.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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