Un espectáculo de envergadura ha tenido lugar en la Sala Hiroshima. Médée Kali nos sumerge en una dramaturgia en la que el monodrama se expresa mediante la danza y el solo operístico. Un trabajo sensible y oscuro que consigue mostrarnos la trascendencia actual de un personaje mitológico y clásico fundamental para entender el género trágico.
Médée Kali es una composición de cámara de Lionel Ginoux, que firma la música y el libreto a partir del texto original de Laurent Gaudé. Un solo vocal, interpretado por Montserrat Seró, acompañado de un conjunto instrumental formado por David Casanova (teclado), Nacho Gascón (saxofón), Daniel Osorio (viola) y Mónica Marí (violonchelo) y dirigido por Xavier Pagès-Corella. Todos ellos son integrantes del Barcelona Modern Ensemble. Una fuente de inspiración privilegiada para un no menos sugestionado e intuitivo Moreno Bernardi, que realiza uno de los solos de danza más interesantes, intensos y recónditos de todos los que hemos podido disfrutar esta temporada.
¿Quién es hoy Medea? ¿De dónde viene? Son preguntas recurrentes ante cualquier nueva aproximación. Ginoux marca un ritmo alternante y mixto entro lo vocal y lo instrumental, donde la integración electrónica y la palabra recitada también tienen cabida y son parte fundamental. Un viaje desde la India a Grecia que se convierte en un jadeo intenso que nos arrastra a las puertas de la locura. Una voz interior íntima y plagada de las fantasías más macabras y, sin embargo, connaturales y que encuentra en el cuerpo de Bernardi a su más fiel y servil compañero existencial. Entre todos consiguen dar respuesta, además, al porqué de Medea a día de hoy.
El espacio escénico de Bernardi se vacía de cualquier objeto que no sean los instrumentos y los cuerpos de los intérpretes. Por supuesto, mantiene la oscuridad necesaria y adecuada. Entiende que nos encontramos inmersos en un espacio musical y que es a partir del plano auditivo desde donde se nutre la coreografía y desde donde nos llega tanto la música como el espeluznante texto de Gaudé. En convivencia con la iluminación de Emili Vallejo descubriremos las distintas facetas de Médée Kali a partir de cinco dibujos proyectados sobre el suelo de Txell Miras. Representaciones o estampas de la misma figura que se modificará en función del estado mostrado en cada momento.
Volvamos a Bernardi. A partir de la coreografía ha sabido captar todas las capas propuestas por la brutal versión del personaje de Gaudé y Ginoux. Intensidad, contraste y lirismo. Tres palabras que podrían resumir su excelente trabajo. Su cuerpo sabe escuchar y convertir en algo tangible la música de cuerda y percusión, así como los contrastes entre lo oriental y lo occidental. Manteniendo unos movimientos muy concretos y sutiles, imagen tras imagen, que muestran esa personalidad tan acentuada y esa situación tan al límite. Brutalidad, salvajismo, locura y sensualidad mostradas a través de un estilo sobrio no exento de delicadeza y adecuación aproximativa. Que se mantiene y desarrolla faceta a faceta. También en el ademán de su rostro, entre absorto, ofuscado y obsesionado. Un uso majestuoso y privilegiado del poder de la connotación, la progresión y la redundancia. Una integración damatúrgica del movimiento, la palabra y la música que demuestra sabiduría y sensibilidad y que, de nuevo, reivindica el debate artístico de en qué consiste la figura del dramaturgo a día de hoy.
Mención especial para el vestuario de Josep Abril y las joyas de Mireia Fusté. Negro riguroso que oculta y muestra el cuerpo en función de los movimientos. Bernardi los utiliza en su coreografía de un modo sublime. A través de ellos mostrará su vida, su venganza y su traición. También su cuerpo. Incluso con connotaciones pornográficas. Las joyas serán a la vez enseres que aprisionarán y condicionarán los movimientos. Instrumentos de sumisión y a la vez venganza. Tanto podrían ser los hijos asesinados como los perpetradores de una violación. Cinturón de castidad y a la vez símbolos de la liberación más desorbitada y la venganza. También de la humillación y el forzamiento. La deshonra y la violencia. Sutilidad e hipérbole a partes iguales. Maravillosa capacidad para mostrar todas las contradicciones entre las que convulsiona el personaje, así como las diacronías aproximativas de las distintas disciplinas que conviven en escena. Magnífico y sorprendente.
Finalmente, celebramos la valentía de Bernardi y de todos los implicados por acercar y estrenar la que probablemente sea una de las mejores aproximaciones contemporáneas del personaje mitológico titular. Un excelente y esforzado trabajo también de Seró, que defiende su solo lírico con una capacidad indiscutible para mostrar y transmitir las distintas facetas del personaje sirviendo siempre al texto y embastándose a la perfección con la danza del coreógrafo e intérprete. Muy destacable también la indagación e investigación en la búsqueda de una lenguaje escénico que integra todos los lenguajes utilizados a partir de una simbología integral muy bien trabajada y redondeada por la fantástica ejecución del Barcelona Modern Ensemble y la dirección de Xavier Pagès-Corella.
Crítica realizada por Fernando Solla