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12.11.2017 Críticas  
Asombrosa aproximación mortuoria

La Seca Espai Brossa ha acogido un espectáculo tan inusual como triunfante. Y me morí nos adentra en un contexto mexicano, donde la música y los cuentos copan el protagonismo. Tanto como la aproximación festiva y expresiva sobre la muerte. Tres intérpretes entregados y tocados por la gracia de la viveza y la elocuencia nos ensimisman con su talento creativo.

Y me morí empieza como una fiesta en la que se nos invita a entrar y participar para convertirse en un repertorio de canciones populares mexicanas con fragmentos del poemario clásico, incluso del romanticismo y modernismo español. De la aparente broma o excusa se pasará a la introducción de cuentos y textos narrativos convertidos magistralmente al género dramático. Cabaret tragicómico en el que los protagonistas hablarán de y desde la muerte. Cómo se puede pasar del chiste a la fragilidad y poética con semejante delicadeza es un milagro escénico que sucede ante nuestros ojos y que difícilmente se puede describir más allá de la grandiosa calidad de la experiencia vivida.

Una selección convertida en hábil y sugerente dramaturgia por Juanjo Cuestas-Dueñas y los tres intérpretes. La unidad que se consigue es ejemplar, así como las transiciones entre los distintos géneros, que prácticamente convertirán las costuras del armazón dramático en algo invisible. La comicidad es evidente, incluso la naturalidad para introducirnos en el contexto mortuorio. Pero es que cuando el tono dramático, incluso trágico toman el protagonismo, Y me morí consigue alcanzar cotas épicas. Un texto que, en boca de los tres valientes en escena, se convierte en un cosmos de gran belleza. Una preciosidad que es puro realismo mágico. Un triunfo. Un texto de una riqueza inusual en las propuestas que ocupan nuestra cartelera.

Y me morí no sería lo que es sin Francesc Marginet, Abel Reyes y Marc Tarrida. Pocas veces se puede ver una coordinación tan extrema (y en apariencia improvisada) entre los integrantes de un reparto. Su aproximación a la lengua mexicana es tan matizada en algunos momentos (especialmente los más dramáticos) como remota, incluso absurda, en los más jocosos. Y así debe ser. El trabajo físico de los tres desprende una energía y vigor envidiables. Su interpretación de las rancheras y los corridos es excelente, ya que priman la capacidad para integrarlos en el hilo dramático antes que la de florituras o adornos vocales que aquí no tendrían cabida. Su trabajo no sólo roza la excelencia sino que la supera cuando acercan al registro dramático las historias más trágicas de los personajes elegidos. Los tres llegan a conmovernos con su adecuación al tono y ritmo de sus narraciones y, especialmente Tarrida, consiguen hipnotizarnos con sus aproximaciones.

La escenografía de Jairo Fuentes y Violeta Ollauri no tiene desperdicio. Estéticamente es una delicia. Pero es que además cumple a la perfección con las necesidades de la propuesta. Incluso las más fregolistas. Tanto los fondos movibles como los ataúdes desmontables, así como el juego que establecen con los intérpretes apuntalan exitosamente la función. Estéticamente se crean imágenes muy valiosas a la vez que ofrecen y facilitan una logística que se transforma siempre en soporte idóneo para cada fragmento y registro. El colorido va acorde con el vestuario de Fran de Benito y Mariona Signes. Muy bien diferenciado e incluido el contraste entre lo femenino y lo masculino y gran apoyo para el trabajo de los intérpretes. Ambas disciplinas consiguen reunir todos los elementos plásticos de la cultura mexicana de un modo sorprendente y muy adecuado.

Finalmente, Y me morí es un espectáculo que en su periodo de exhibición ha prorrogado y cambiado de espacio dentro del mismo recinto. El ambiente que se respira y el entusiasmo que despierta demuestran que el recorrido de esta función y de toda la compañía tiene mucha vida por delante todavía. Un universo y una visión que aportan un soplo de aire fresco a nuestra manera de hacer y entender el teatro. Un muy sano ejercicio de creación y de recepción del género dramático en sus múltiples vertientes.

Crítica realizada por Fernando Solla

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