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24.05.2017 Críticas  
La incomunicación

Sesenta y siete años después de su estreno en París, La cantante calva -obra dramática de Eugène Ionesco y ejemplo característico del teatro del absurdo – llega al Teatro Español de Madrid, en un montaje dirigido por Luis Luque y adaptado por Natalia Menéndez.

Dos parejas socialmente bien situadas –los Smith y los Martin- una disparatada sirvienta y un bombero, se ven envueltos en diversas situaciones que ponen en evidencia la falta de comunicación entre todos los personajes que aparecen en la obra. Una comedia con corazón de tragedia compuesta por una sucesión de monólogos que reflejan un tema de notable vigencia: la incomunicación.

En la actualidad (sí, paradójicamente ahora que vivimos en el mundo de las comunicaciones) observamos multitud de personas que hablan sin escucharse, emitiendo diálogos llenos de palabras que no logran transmitir nada; por lo que estamos frente a una obra compuesta por planteamientos filósofos que siguen estando vigentes bastantes años después. Para poder disfrutar de esta soledad en compañía que se nos muestra sobre el escenario es imprescindible dejar de lado, al menos durante los 70 minutos que dura la función, nuestro pensamiento racional de tal modo que logremos no caer en la trampa de buscar explicaciones a lo que vemos, sino dedicarnos a sentir las emociones que afloran en nosotros.

Digamos que es una historia que más que narrarse se vive, y todo ello gracias a las maravillosas actuaciones de todo el elenco compuesto por la brillantez de Adriana Ozores, la versatilidad de Fernando Tejero, el extraordinario Joaquín Climent, Carmen Ruiz, Javier Pereira y Helena Lanza. Un reparto de lujo con memorables actuaciones. Debo confesar que para mí siempre es una buena noticia saber que voy a poder disfrutar del trabajo de Adriana Ozores y en esta ocasión no pudo ser de otra manera, ¡qué maravilla! Por cierto, nada más entrar al teatro, mientras los asistentes nos acomodamos en las butacas, ya podemos ver a todos ellos paseando por las tablas detrás de una semitransparente bandera inglesa que nos introduce junto a la música –que tan bien acompaña en todo momento- de Luis Miguel Cobo en esta obra cumbre del teatro del absurdo.

El trabajo del elenco en su conjunto se ve enriquecido por el sobrio pero acertado vestuario diseñado por Almudena Rodríguez Huertas y por la exquisita escenografía de Mónica Boromello. Espero al menos, haber sido capaz de comunicar que La cantante calva merece mucho la pena. Siempre es un problema de comunicación.

Crítica realizada por Patricia Moreno

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