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27.02.2017 Críticas  
El hombre es la medida de todas las cosas

“Soy la verdad relativa. Soy el que convence a las liebres para que se dejen engullir por los lobos. Soy el que siempre, siempre, pulsa la tecla adecuada. Soy el oportunismo. Soy Protágoras”.

Con esta presentación un tanto presuntuosa comienza la obra LA PARADOXA DE PROTÀGORES, que hemos podido disfrutar en la sala Àtic22 del Teatre Tantarantana de Barcelona. En ella, el gran sofista Protágoras de Abdera (interpretado por Gerard Clavell), desconocido en la actualidad para muchos pero reconocido en su época por ser un maestro de la retórica y por ser de los primeros filósofos que cobró honorarios por sus enseñanzas, intenta persuadirnos de su importancia en la filosofía y de su genialidad a través de un relato histórico que se dió lugar en el 449 aC. a la vez que hace gala de la oratoria y carisma que lo caracterizaban.

En esta comedia de pequeño formato en la que toda la acción se representa en el despacho del filósofo, Protágoras nos explica de primera mano una de las anécdotas que marcaría su vida para siempre y en la que explica claramente cuál es su paradoja. La anécdota relata el pacto que Protágoras realizó con el joven Evatlo (Pablo Capuz), a quien aceptó como discípulo un tanto a regañadientes a cambio de cobrar por sus enseñanzas los honorarios de su primer pleito ganado.

Pese a la reticencia de Protágoras para aceptar a Evatlo como discípulo sin cobrar en primera instancia, este termina aceptando, interesado en que la hermana de Sócrates (Ariadna Gaya) vea su lado humanista y cene en privado con él. Pasado un tiempo, Evatlo no tan solo no gana ningún pleito sino que incluso deja de presentarse a sus reuniones. Finalmente, Protágoras lo lleva a juicio afirmando que, si gana él tendrá que pagarle por faltar a su contrato, pero si pierde, Evatlo habrá ganado su primer juicio y, por tanto, deberá pagarle tal como habían acordado. De ahí la PARADOXA DE PROTÀGORES.

A destacar por encima de todo, la gran y carismática interpretación de Protágoras de la mano de Gerard Clavell, que domina el texto con maestría y le otorga un aire de descaro al filósofo griego y, aunque rigiéndose siempre al estilo de los diálogos platónicos, combina gags y expresiones contemporáneas y logra dotar a la obra de un carácter cínico e hilarante.

Una escenografía muy bien encontrada y funcional en todos los aspectos de Marina Soteras y Marc Salicrú, que logra crear una atmósfera adecuada al contexto en todo momento. Una obra con su estilo propio, divertida e instructiva, así como fácil disfrutar y cercana, bajo la dirección de Clàudia Costas y Jordi Manau. Sin duda una producción que merece la pena disfrutar y que vale la pena todos y cada uno de los minutos que dura.

Crítica realizada por Marc Dalmau

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