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16.09.2016 Críticas  
La noche más colorida de Mozart

El pasado mes de julio, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona estrenaba la ópera «Die Zauberflöte» (La flauta mágica) de Mozart; versión de la Komische Opera de Berlín. La ópera tuvo tal éxito de público que el teatro decidió programarla una semana más este mes de septiembre; arrasando de nuevo en taquillas.

Combinando de forma inédita la videocreación contemporánea con el cine mudo de los años 20, las historias de Tamino, Pamina, Papageno y la Reina de la Noche se pueden ver de nuevo en el Liceo únicamente durante cinco funciones del 12 al 17 de septiembre, bajo la batuta del italiano Antonello Manacorda, que debuta en el Liceu.

No conocer «La Flauta Mágica» es algo inusual y casi pecaminoso. La ópera más reconocida de Mozart, ha sido expuesta hasta la saciedad en canciones, musicales, películas… Por poner un ejemplo, en la película de Bruce Willis, “El quinto elemento”, una de sus protagonistas versionaba una muy contemporánea “Der Hölle Rache». Algo que, a mi niño joven, sorprendió gratamente.

En la versión que ocupa actualmente el Liceu, Pamina, Tamino y Papageno forman parte de un mundo dibujado que nos hace disfrutar de la ópera a otro nivel. Con una magnífica visual en personajes muy identificada con Chaplin o Buster Keaton, la ópera se convierte en un espectáculo mudo que solo es roto por la letra de las canciones; dado que el poco texto fuera de canciones está exclusivamente reflejado en la escenografía. Pero si hablamos de escenografía, es cuando esta ópera despega para el público general.

El montaje de «Die Zauberflöte» de la Komische Opera es absolutamente immersivo y no tiene escenografía alguna. Un fondo blanco, con diferentes espacios para la aparición/desaparición de los personajes, se mantiene durante toda la ópera haciendo de pantalla para proyectar sobre ella todas las zonas del mundo imaginario de la ópera y sus personajes. Así podremos disfrutar como los personajes suben a árboles, se les encierra en mazmorras, saltan por los tejados, o son “estudiados” por máquinas gigantes con alma. También podemos disfrutar de los personajes que, como por ejemplo, acompañan a Papageno (véase el gracioso gato negro), o los que les escoltan camino al parlamento con Sarastro.

Pero aunque la magia de la ópera se magnifica con estas proyecciones, la elección de los artistas deja empañada una función que podría haber sido grandiosa. La ópera es sorprendente pero el nivel vocal que se espera de ella queda relegado a un sencillo adjetivo: correcto. Ninguna de las interpretaciones sobresale ni sorprende al respectable. Ni siquiera, la esperada “Der Hölle Rache”, hace levantar aplauso ni vítore alguno tras su interpretación.

Pero por otra parte, lo que debemos aplaudir es el trabajo del coro del Liceu. Su perfecto trabajo ópera tras ópera hace que disfrutemos de la función cada vez que aparecen en escena o sus voces resuenan tras el escenario. ¡Bravo! por el magnífico coro residente.

Aun así, no podemos negar que la ópera ideada es maravillosa y altamente entretenida por una puesta en escena muy diferente y atrayente. Algo que merece ser visto; por lo que si aun tienes tiempo (y localizas algún asiento libre), acude al Gran Teatre del Liceu y disfruta de esta excelente visual que la Komische Opera de Berlín nos presenta la «Die Zauberflöte” de Wolfang Amadeus Mozart.

Crítica realizada por Norman Marsà

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