novedades
 SEARCH   
 
 

24.02.2022 Críticas  
Un experimento frío que confunde

Un «homenaje» al Terra Baixa de Fabià Puigserver se representa estos días en el Teatre Lliure de Gràcia en Barcelona. La obra, que quiere rememorar el mítico montaje que hace 30 años se representó en el Mercat de les Flors (1990), se presenta como si de un ensayo de la compañía se tratase. Una recreación que no convence y que incomoda al público.

En 1990, la compañía del Teatre Lliure representó el texto de Àngel Guimerà, Terra baixa. Un perfecto el testamento escénico a manos de Fabià Puigserver, fundador del teatro (1938-1991), que consagró al espectáculo a la categoría de un clásico atemporal. En aquella ocasión, Lluís Homar, Emma Vilarasau o Mercè Aránega encarnaban a los personajes del clásico literario.

Ahora, 30 años más tarde, Roger Bernat ha decidido presentar un espectáculo con la intención de homenajear a su antecesor. Pero, a diferencia de lo que podemos esperar, no hace una nueva versión, sino que trata de recrear partes de su antecesora en lo que podríamos nombrar como un ensayo de la compañía. Un montaje que dista de un producto finalizado. En sí, la acción que se realiza sobre las tablas del Lliure de Gràcia es, por no decirlo de otra manera, caótica.

Inicialmente, nos damos cuenta que la escenografía se compone, solamente, de una gran mesa y varias sillas. Una tela blanca limita la parte trasera del escenario. La iluminación, dista de ser la creada para un producto teatral, ya que se nos presenta una escena bajo una luz plana, de sala de ensayo, en la que el público está siempre presente y que no ayuda en absoluto a entrar dentro del juego que se nos muestra. El vestuario es de calle. Un atuendo que posiblemente no ha sido ni pensado ni valorado. Me aventuro a decir que los interpretes vinieron con él de casa y así han interpretado.

Bajo estas observaciones iniciales, me propongo a tratar de entender lo que Roger Bernat ha querido realizar sobre las tablas del Lliure. Tras varios minutos, el espectáculo empieza a ser insostenible y no acabo de comprender varias cosas: el recorte de escenas, el funcionamiento del mismo, la historia en sí… Tras varios instantes en los que empiezo a ver que el público gira su cabeza para mirar la parte trasera de la sala, me doy cuenta que a nuestras espaldas está proyectada la versión del 1990. Esa mítica versión que RTVE grabó y que tan alabada había sido en los círculos teatrales. Pero, ¿por qué se proyecta la obra tras nuestro? ¿Cuál es el motivo de semejante maniobra que confunde al espectador?

En sí, como se explica en una falsa media parte en formato aclaratorio para el público, los actores y actrices del espectáculo están emulando a los interpretes originales. No han ensayado. Solamente se les ha dado la dirección de actuar imitando el vídeo que tenemos a nuestras espaldas. Como ayuda al texto que no han podido memorizar, cada uno dispone de unos audífonos que reproduce la pista de audio de la obra proyectada. Deberán recitar todas y cada una (a ser posible) de las palabras que escuchan en boca de su(s) personaje(s). Una acción teatral que, en ocasiones, se lleva a cabo de una forma actoral magnífica y que, en otras, se convierte en una bufa exagerada.

Por otro lado, la presentación del video a nuestras espaldas es, obviamente, la guía que los interpretes deben seguir para tratar de mantener en pié dicho ejercicio teatral. Pero, en múltiples ocasiones, es inevitable que el público gire su cabeza para poder disfrutar del momento original y comparar con lo que está presenciando. Esta herramienta confunde aun más a un público que, constantemente, necesita referenciar una acción que no entiende. Una acción que debería preverse por parte del respetable y que, en ese caso, podrían haber proyectado para él sobre el escenario. La situación ideal es que el público se fije en los interpretes que están llevando a cabo la representación pero, lamentablemente, en muchas ocasiones, este decide girar la cabeza para disfrutar de la obra original.

En la parte actoral, he de decir que los actores y actrices en escena hacen lo que pueden con lo que tienen y ahí, no puedo más que alabar su coraje por intentar conseguir esta hazaña imposible.

La versión de Terra Baixa que podemos ver en el Teatre Lliure de Gràcia es una situación caótica que entendería divertida dentro un calentamiento corporal y vocal de una compañía teatral antes de empezar a ensayar. Lamentablemente, este no es un ejercicio preparatorio, sino un experimento que no ha llegado a lo que se preveía. Es algo que confunde al espectador y lo deja frío en la butaca. Algo que no se supone que el teatro no debería hacer.

Crítica realizada por Norman Marsà

Volver


CONCURSO

  • COMENTARIOS RECIENTES