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15.10.2020 Críticas  
El infierno de sus mentiras

Vuelve la zarzuela al Teatro de la Zarzuela, y yo vuelvo al liceo el día de su 164 aniversario para disfrutar de La Tempranica, una breve zarzuela en un acto y tres cuadros, con una propuesta escénica que podría haber sido arriesgada pero que pasa desapercibida para muchos por el derroche de entrega y voces del escenario, vítores incluidos.

Si uno busca La Tempranica en Google, se sorprende con que la entrada de la Wikipedia es de las más escuetas que puede uno llegar a entrarse en esa biblioteca de Alejandría virtual. Estrenada en el Teatro de la Zarzuela el 19 de septiembre de 1900, Gerónimo Giménez a la música, Julián Romea a los cantados, y en esta adaptación se cuenta con el excelso Alberto Conejero en los diálogos y Miquel Ortega en la adaptación orquestal, lo que se nos cuenta es el final del enamoramiento de María (Nancy Fabiola Herrera) de don Luis (Rubén Amoretti), que tras un accidente de caza es socorrido por la familia gitana de María y él, noble, se hace pasar por labrador, y recibe los cariños de María hasta que el engaño se le hace bola y decide abandonarles. Transcurrido el tiempo, don Luis se casa, María se promete, y sus destinos se vuelven a unir en esta fiesta en la que María descubre el engaño, y aún con sentimientos de venganza, decide que su vida junto a su gitano Miguel merece más la pena.

Después de leer todo esto, disponible en el programa de mano, y recitado por Juan Matute como Julián Romea en la escena, uno tiene ya hecho el cuadro mental de lo que va a ver, pero no, Giancarlo del Monaco como director de la escena decide trabajar con la elipsis y va al cuerpo de la zarzuela, a las canciones; algo a lo que ya se arriesgó Lluís Pasqual con Doña Francisquita, y todo sabemos lo que pasó. En esta versión de La Tempranica en escena vemos dramatizado el encuentro de Gerónimo Giménez (Jesús Castejón) con un admirador ilustre, Manuel de Falla (Carlos Hipólito), que le pide que eche un vistazo a unas partituras que ha preparado, inspirado por su zarzuela, para un proyecto futuro (que resultará ser La vida breve).

La partitura de Gerónimo Giménez en esta La Tempranica, dirigida por Miguel Ángel Gómez-Martínez es oscura, por momentos próxima a la propia del cine negro y salvando el zapateado de ‘La tarántula é un bicho mu malo’, que no termina de cuajar dentro de esta propuesta ni arranca entusiasmo desde la platea; todo los números musicales conducen a un ánimo pesaroso y oscuro, como los sentimientos de María al recibir el rechazo de un ebrio don Luis, dúo que Rubén Amoretti y Nancy Fabiola Herrera interpretan poderosamente. Este es el nudo de un brillante desenlace interpretativo y vocal de Nancy Fabiola Herrera en sus ‘Sierras de Granada’ y ‘Tempranica me yaman’ que son pura emoción, pero a la vez tremendo desconcierto escénico.

La elipsis argumental plena se solventa con los diálogos como he comentado, pero la sobriedad y el oscurantismo de la escenografía de William Orlandi, la coreografía de Nuria Castejón, y el genial, inquietante y siniestro vestuario de Jesús Ruiz plantea miles de incógnitas sobre la conexión con la historia, a no ser que esta simple y llanamente vaya en consonancia con los ánimos de la gitana María y todo el tramo final sea una representación literal de su bajada a los infiernos entre sentimientos asesinos de venganza y de haber sucumbido a las tentaciones del diablo. El rancho gitano de María y su celebración del casamiento son en escena, según la interpretación de Giancarlo del Monaco, una ceremonia satánica, con sus ritos paganos, sus manos haciendo los cuernos, y sombreros de copa para representar al maligno como ya lo hizo Francis Ford Coppola en su Drácula. Todo muy darks, todo muy “mira no se lo que está pasando pero qué bonito canta”.

Mantengo el riesgo de la propuesta de presentar una zarzuela casi con carácter apócrifo, herético y blasfemo, pero alabo esta decisión artística conociendo al público de la zarzuela, y es que no se escuchó siquiera un cuchicheo incriminatorio ni conatos de protesta como hubiese podido ocurrir. La Tempranica en esta versión se aleja de la zarzuela clásica para darle ese toque contemporáneo de ahorrar en recursos narrativos para ofrecer de forma directa y poderosa la esencia que distingue a este género, que son las composiciones musicales y que el reparto lírico se luzca como es debido.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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