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26.05.2016 Críticas  
Una entregada PAULINA que sabe a poco

La chilena Jessica Walker, directora del Teatro Laboratorio de Barcelona, y la actriz francesa Clémence Caillouel presentan en la Sala Leopoldo Fregoli de La Seca – Espai Brossa una adaptación en forma de monólogo del texto ganador del Premio Nacional de Literatura Dramática en 2012, «La casa de la fuerza» de Angélica Liddell, bajo el título de PAULINA.

La empresa no es fácil, ya que Liddell es una de las creadoras –no ya sólo dramaturga− más personales de nuestro panorama teatral contemporáneo, también de las más transgresoras, y sus textos suelen estar escritos para su propia compañía: Atra Bilis. Sin embargo, se puede montar bien a Liddell sin ser ella, y la prueba está en el montaje de «Mi relación con la comida» de Esperanza Pedreño, que pudo verse la temporada pasada en el Versus Teatre de Barcelona y actualmente en el Teatro del Barrio en Madrid, donde sigue cosechando éxitos.

Pero intentar una dramaturgia en unos cincuenta minutos de una obra como «La casa de la fuerza», que originalmente tiene una duración de cuatro horas, reduce inevitablemente la propuesta a una selección de fragmentos del magnífico texto de Liddell. Nos falta todo el contexto original para poder comprender esas escenas en su magnitud real y no interpretarlas de modo simplista y esquemático. Tampoco el orden de la selección parece jugar a favor, ya que Liddell parte de lo propio para pasar a lo colectivo, los feminicidios de Ciudad Juárez, mientras que Walker mezcla lo uno con lo otro. Esta estructura, en la que los temas quedan difuminados y sesgados, termina por restarle importancia al contenido que se quiere destacar originalmente y que se presenta, también en esta propuesta, como tema principal de la obra.

Aun así, Caillouel se entrega con arrebatada pasión a su papel, lo da todo en el escenario, aunque en ocasiones el texto parezca no acompañarla y no termine de convencernos de que esas palabras sean realmente suyas. Puede tener algo que ver su claro acento extranjero, tan poco útil para las erres, pero que, en cambio, aporta una gran credibilidad cuando balbucea en francés y en el leitmotiv musical de la pieza. También resulta interesante el uso de la luz, un foco picado desde el suelo que va siguiendo a la actriz durante su monólogo. Ofrece todo un juego de claroscuros y de sombras proyectadas en las paredes de la sala que revelan otras dimensiones a lo presentado.

La dirección de Walker, pues, es efectiva y también su ejecución, dejando aparte las consideraciones sobre la adaptación dramatúrgica. La apuesta habitual de la directora por lo experimental casa muy bien con la pieza y con la intérprete. Seguramente, Caillouel y su PAULINA seguirán creciendo a medida que vaya representándose la obra, que se estrenó en esta versión en el Teatro Laboratorio a finales de 2014 −ya que anteriormente había formado parte, en una versión reducida, del espectáculo Solos, dirigido también por Walker−, y que podrá versé aún en La Seca hasta el 5 de junio.

Crítica realizada por Esther Lázaro

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