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21.12.2015 Críticas  
COLLECTIVUS, ¿dónde está Tarantino?

Laura, camarera, y Jorge Pelligrini, escritor de cuentos en una revista local, conversan sentados en un portal al abrigo de la «noche bonaerense»: – Laura: Tenés algo de Cortázar. – Jorge: Sí, un póster.

Tras ver COLLECTIVUS dos espectadores conversan a las puertas del teatro:

– Espectador 1: Tenía algo de Tarantino.
– Espectador 2: Sí, una canción.

COLLECTIVUS, publicitada como una historia en clave Tarantino, tiene de Tarantino lo que Jorge Pelligrini (interpretado por Ricardo Darín en la película de Campanella “El mismo amor, la misma lluvia”) tiene de Borges; un detalle, solo eso. “Rabbia e Tarantella” de Ennio Morricone utilizada por Tarantino en “Malditos Bastardos” en los títulos de crédito finales y en COLLECTIVUS en un sucedáneo de instrucción militar fruto del uso de las drogas.
Dejando de banda la publicidad, que solo sirve para vender, la obra que se nos presenta en la (mini)Sala Leopoldo Fregoli de la Seca, triunfa en algunos aspectos y fracasa en otros.

Entre los logros tenemos unas actuaciones frescas y divertidas por parte del grupo de jovencísimos actores que forman el elenco de la obra. Incluso sus momentos de sobreactuación valen la pena. Hay que prestar especial atención a Júlia Molins en su papel de Lisa; chica arrabalera, bulímica y adicta a las drogas y al sexo. Antológico su uso del “catanyol” tan típico de los jóvenes de nuestro tiempo.

COLLECTIVUS es una obra repleta de humor sí, pero no para todos los gustos. De las 28 personas que estaban en la sala (de un aforo de 51 butacas) solo reían los menores de 25 (a excepción de Marta Aguilar, dramaturga y directora, que se descacharró tanto que parecía desconocer los chascarrillos de su propia obra). ¿Por qué? Porque los chistes de tetas, coños y drogas no hacen gracia a todo el mundo. Así de sencillo. No es lo mismo ver Hamlet que Fuga de Cerebros. Si te gusta la segunda, ésta es tu obra. Por otra parte si a utilizar Facebook y tener el teléfono móvil como una extensión del propio cuerpo le podemos llamar modernidad, hay modernidad a raudales.

Apartando la vertiente humorística y valorando la parte de “verité”, la obra pierde todo su esplendor (no encuentro palabra mejor para definirlo) cuando entran en escena los elementos dramáticos. Son momentos forzados en demasía y acompañados, a ratos, de una música extradiegética para que nos sintamos más vinculados emocionalmente a ellos (torpe recurso, huelga decir). Los personajes serán (y son) unos desgraciados y hay que mostrarlo, pero el ritmo frenético de la obra y el interés del espectador decae (a límites abismales) cuando el drama asoma entre las líneas del libreto. Por no hablar del desenlace, que hace que una obra se grande o pequeña, es atropellado a más no poder. Dos minutos y se acabó. No, no es Tarantino.

La conjunción de logros y fracasos permiten que, pese a lo dicho, COLLECTIVUS sea aceptable y valga la pena la entrada. No se necesita una platea con butacas de piel de camello; ni actores por los que matariamos para tener un autógrafo suyo; ni siquiera un gran libreto para amenizar al espectador durante 90 minutos. Se necesitan ganas y, sobretodo, ese ímpetu juvenil que derriba las los miedos que aparecen con la edad. Y de ímpetu hay mucho, de sobras, del que contagia. ¡Larga vida al amateurismo!

Bruno (Eloi Sánchez), huérfano, sabelotodo, filósofo de farola y heredero de un camión, recluta a cinco, a su cínico modo de ver, desgraciados para luego erigirse paladín de la justicia barata y eliminarlos de la faz de la tierra. Ferrán, Javi, Lisa, Sonia y Violeta (Raúl Ferré, Pol Nubiala, Júlia Molins, Marina Prados i Núria Florensa, respectivamente) ejemplarizan los peores clichés del ser humano (el putero, el drogadicto, la ninfómana, la listilla y la solitaria) y vivirán mejor en el otro barrio que en el de Bruno. Lo que él no espera es que al conocer los recovecos de sus (tristes) vidas, se sienta tan fuertemente vinculado emocionalmente a ellos como para no ser capaz de cometer su elaborado plan.

Bruno les da una oportunidad por qué son seres humanos, con sus cosas buenas y sus cosas malas (como la obra) pero, pese a todo, están vivos y él, está más muerto que ellos.

Crítica realizada por Manel Sánchez

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