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31.01.2024 Críticas  
Revitalizando el barroco y el romanticismo

El pasado 25 de enero, el Palau de la Música Catalana de Barcelona acogió en su ciclo Palau Grans veus el retorno del contratenor polaco Jakub Józef Orliński acompañado del pianista Michał Biel. El recital revisitó su quinto álbum, Farewells , con canciones de sus compatriotas Czyż, Karłowicz y Moniuszko así como arias de Fux, Händel y Purcell . Una noche de barroco y romanticismo polaco, y de unas interpretaciones soberbias.

El contratenor Jakub Józef Orliński y el pianista Michał Biel son un sorprendente dúo que está revitalizando el barroco en general, y el de su país natal (Polonia) en particular. Su clave, como Orliński suele afirmar, consiste en recuperar obras no necesariamente famosas, pero que le toquen el alma y le permitan combinar influencias clásicas y modernas.

El concierto coincidió con la inauguración de la nueva iluminación LED de la lucerna de la sala, presentada por del presidente del Palau y del Orfeó Català así como la directora de la Fundación Endesa que ha financiado el proyecto. En cuanto a Orliński, es un verdadero showman que no necesita presentación. Después de un largo y efusivo saludo al público en castellano, pasó al inglés para extenderse en los detalles con su característica simpatía.

El recital comenzó calentando motores con “Non t’amo per il cieli” del austríaco Johann Joseph Fux (siglo XVIII), un aria barroca lenta y dulce para soprano, interpretada con tanta expresividad como buen gusto. Le siguieron varias suites, de Purcell y de tres compositores polacos que protagonizan Farewell (2022), el quinto álbum de Orliński y Biel.

La primera suite, de Henryk Cziż (1923-2003) fue amena, variada y se hizo breve: las dramáticas “Kochałem Panią” y “Ostatni raz” combinaban registros de mezzosoprano con algún toque de tenor. Los veloces arabescos de “Na wzgórzach Gruzji” hicieron brillar la agilidad y compenetración de cantante y pianista, que se retiraron para el primer entreacto dejando con verdaderas ganas de más.

La segunda parte incluyó cuatro piezas de Henry Purcell (compositor que también era contratenor): “Music for a While” y “Fairest Isle”, con elegante brillo en los agudos y llenas de expresividad, seguidas de las rítmicas “The Cold Song” (inquietante, con abruptas y difíciles transiciones forte/pianissimo) y finalmente «Strike the Viol», en cuyas coloraturas destacó la gracia y agilidad tanto de la voz del solista como de su lenguaje corporal cercano al baile (la otra gran afición de Orliński).

Pasaron al Romanticismo con Mieczysław Karłowicz y Stanisław Moniuszko. La melancólica suite de Karłowicz permitió apreciar la dulce expresividad del solista tanto como la armoniosa orquestación de Biel, capaz de evocar ecos de Chopin y disonancias de jazz. Karłowicz concluyó con la veloz “W wieczorną ciszę”, que acompañaba la elegante voz con difíciles arabescos de piano. Le siguió el también romántico Moniuszko, con el dulce tema “Łza” y la veloz y vibrante “Prząsniczka”. El programa oficial concluyó con el “Amen, Hallelujah” de Händel, que a pesar de su título es una pieza íntima y poco conocida (de la Antífona en Re Menor HWV 269).

Concluido el programa oficial, y sin desanimarse por diversas interrupciones de varios teléfonos móviles (que el dúo capeó con reacciones desde el humor elegante hasta la estoica resignación), Orliński y Biel regresaron al escenario para regalar a la audiencia algunas canciones fuera de programa, entre las que destacan un divertido tema marinero, vibrante y lleno de dificilísimas coloraturas, y la clásica aria “Alla gente a Dio diletta” de Nicola Fago.

En resumen, un Orliński más expresivo y adulto que el que nos trajo Anima Sacra en 2018, y siempre lleno de una contagiosa energía que es capaz de conectar al público con compositores poco conocidos fuera de Polonia. El idioma, con intérpretes así, no es una barrera.

Crónica realizada por Nieves Gálvez

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