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26.01.2024 Críticas  
Las fíbulas del destino

La sala Verde de los Teatros del Canal de Madrid acogió un puñado de funciones del Edipo Rey (Oedip Rege) de Sófocles, dirigido por Declan Donnellan, producción del Teatrul Naţional Marin Sorescu (Craiova, Rumanía) y Cheek by Jowl.

De sobra nos conocemos la tragedia de Edipo (Claudiu Mihail), casado con Yocasta (Ramona Drăgulescu), reyes de Tebas, que investigando la muerte de Layo, y recurriendo a la ayuda del Oráculo descubriendo quiénes son sus padres biológicos, y la profecía de la que huía se ha cumplido, y tal. Declan Donnellan ha decidido aquí «situar» la acción en un entorno empresarial, con trajes y corbatas, y cuando nos «vamos» al campo, con jerseys y ropas de abrigo.

¿Cuál es la novedad de este Edipo Rey?, que el coro es el público, en torno a los actores, moviéndose por el espacio, siguiendo las escenas, o simplemente apostándose sobre un altavoz de la sala Verde, en modo diáfano, a verlas venir, porque realmente fue agotador estar 80 minutos deambulando por el espacio, sorteando tebanos-espectadores, mientras seguías la narración en rumano a través de los sobretítulos de las cuatro bandas de la sala.

Este Edipo Rey se estrenó en mayo de 2022, y en el cartel del montaje Edipo lleva mascarilla quirúrgica y corona, una inteligente traslación de la epidemia de peste del original de Sófocles y la pandemia de coronavirus que aún vivíamos (y que llegó para quedarse). Dos años antes los Grumelot en Condeduque estrenaban una fantástica experiencia teatral inmersiva en Condeduque, Tiestes, en la que, como aquí, el público rodeaba a los actores, y además podía decidir qué parte de la historia conocer, ya que según al personaje al que siguieses, conocías parte de la trama, que luego se unían en cuadros donde la historia se hacía común. La ambientación escenográfica, el ambiente sonoro de José Pablo Polo, y la singularidad de la sala de bóvedas de Condeduque hacía que la experiencia fuese redonda, y uno se sintiese parte casi activa de la tragedia que iba desarrollándose.

La pasividad con la que el público asiste y camina, constantemente iluminados por un diseño casi inexistente de iluminación de Dodu Ispas, y más allá de que Edipo te dirija palabras en rumanos, o te abrace, el coro en que se convierte al público en el agotador deambular lo siento como un «este no es otro Edipo más, es uno inmersivo, la gente está de pie», y como excusa o ¿innovación? de revisitar el título, pues queda pobretón y demodé.

La dirección de Donnellan aquí, pues bien, correcta, sin florituras, pero sin aportar nada; no hay nada que me haga recordar más este Edipo que el resto mas que por el dolor de espalda con el que llegué a casa, o porque hay un (1) desnudo en escena, anunciado como un trigger warning en plan «ojo, pene en escena, avisado queda usted si se escandaliza», pero de lo gory del maquillaje de Edipo ciego (buen trabajo) es lo que quizás debería avisarse, aún estando todos en el código «teatro» en el año 2024.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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