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26.10.2023 Críticas  
Amor y dolor basados en hechos reales

La Badabadoc, ubicada en el barrio de Gràcia de Barcelona, nos propone hasta el 13 de noviembre, la obra Malparida, de la compañía La Maièutica, dirigida por Ángela Palacios y basada en hechos reales. Hechos que inspiraron a la autora Laura Verazzi a escribir esta historia de tantas mujeres que recibieron y reciben maltrato a la hora de dar a luz.

La violencia obstétrica ha sido siempre un tema silenciado, puesto que hablarlo sería poner encima de la mesa el conflicto constante entre la ciencia (entendida como evolución y progreso) y las costumbres comunitarias (entendidas como algo innecesario que entorpece). Una de las tantas características que tiene la violencia obstétrica es la infantilización de la mujer embarazada que, de repente, se siente incapaz de llevar las riendas de su propio parto. Esto es, en parte, lo que le sucede a Isabel, que tiene lagunas al recordar su parto y, sin saber porqué, no se siente ligada emocionalmente a su hijo.

El punto de partida de Malparida es el recuerdo de Isabel, una mujer que dio a luz hace seis meses y que, desde entonces, guarda un dolor que no sabe explicar. Isabel, interpretada por Carla Torres Danés, nos abre lentamente las puertas de sus emociones. Al principio, el personaje, así como la interpretación, son más frías, más distantes; pero poco a poco se van intensificando hasta exponer una verdad que se muestra sensible y llena de emoción. Al mismo ritmo que Isabel, el público va entendiendo que esa desconexión con su propio hijo deriva del dolor de un parto en el que nadie la escuchó, donde fue un mero instrumento, un útero al que abrir.

Al lado de Isabel, acompañándola en este proceso de descubrimiento, conocemos a Amador, su pareja y padre de la criatura. Un padre presente e informado en los nuevos métodos de crianza. Amador, interpretado por Martí Costa Olivé, se muestra agotado y perdido ante la nueva situación. Costa nos ofrece una interpretación natural y cercana que nos permite empatizar también con la figura masculina en una historia que podría centrarse solamente en la mujer pero que acertadamente prefiere ampliar los puntos de vista.

Finalmente, como punto de unión entre ambos y aquella verdad que se oculta, aparece Blanca, interpretada por una Liss Moreno que nos facilita el camino al dolor. Moreno, con su interpretación sincera, trae a escena lo más salvaje y visceral: la vivencia de conectar con la voluntad propia y la experiencia vital y desgarradora de traer una vida al mundo. Cabe destacar la presencia de Moreno en el escenario, que llega para darle la vuelta a todo y que da más fuerza a la pieza teatral.

El buen equipo que hacen Liss Moreno, Martí Costa Olivé y Carla Torres Danés, es evidente en distintos momentos, empezando por la agilidad en el escenario y siguiendo por los cambios de escena. Los personajes nunca salen del escenario, aunque sí salen de escena al sentarse en unas sillas ubicadas en un rincón de este. El público, que inevitablemente desvía en algún instante la mirada hacia el actor o actriz que en ese momento no tiene diálogo, puede observar cómo los tres artistas están profundamente sumidos en sus personajes aunque no estén interpretando. Y siempre es un regalo ver a artistas que han dejado que la historia les cale hasta lo más profundo.

En cuanto a la escenografía y el atrezzo (diseñados por Yaiza Ares), no se necesita nada más que lo que hay en escena para contar la historia que se cuenta. Los diversos objetos y mobiliario toman distintas funciones a lo largo de la obra, con mucha polivalencia. A nivel de escenografía, solo recomendaríamos un pequeño cambio en la orientación de una de las sillas, pues tal como está ubicada, hace que el público tristemente se pierda algunos gestos de las actrices, especialmente de Carla Torres Danés. Por otro lado, cabe destacar el trabajo de Carlos Calvo, al mando de la iluminación, que permite unas transiciones muy dinámicas y un diálogo entre personajes que se magnifica gracias a la luz y la sombra constante en la obra.

Malparida es un gran acierto, y prueba de ello es la reacción de platea cuando se apagan las luces. Silencio. La gente no aplaude inmediatamente. Pasan unos segundos -bastantes segundos- mientras el público procesa lo que acaba de vivir, deja caer las últimas lágrimas y se seca el rostro. Pocas veces sucede algo así y en Malparida consiguen emocionar hasta tal punto que se requiere de un tiempo para arrancar con los aplausos.

Y es que el nacimiento emociona a cualquiera… Pues, ¿Hay algo más trascendental en la vida que traer una vida al mundo? En Malparida nos recuerdan la importancia de la gestación y la importancia de que la llegada del recién nacido sea en armonía, paz y en la seguridad de estar acompañada de personas con una sensibilidad especial por la vida. Y lo recuerdan en una obra sencilla pero llena de intensidad, emoción y capacidad para conectar con el público.

Esta es la tercera temporada de Malparida, de La Maièutica como compañía residente del mismo teatro. Con esta tercera temporada, se abre una nueva oportunidad de abrirnos a la emoción y reflexionar sobre un tema que duele y que a menudo se esconde para no ser visto, pues si lo fuera, cuestionaría a demasiadas personas, demasiadas creencias y demasiados profesionales.

Crítica realizada por Maria Sanmartí

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