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27.09.2023 Críticas  
La Sydney Dance Company sublima el mundo de la danza

Después de ab [intra], la Sydney Dance Company vuelve a pisar el escenario de la Sala Roja de los Teatros del Canal de Madrid, con el estreno de su última creación Impermanence. De la mano del director Rafael Bonachela, la obra se concibe como una invitación a experimentar el poder de la danza y de la música en un mundo devastador.

Desde los primeros instantes, la Sydney Dance Company vuelve a conmover y a sumergir a todo el público en su mundo singular donde interpretación y perfección son maestras. No se escucha ni un solo ruido, solo los pasos limpios y desenfrenados de los bailarines recorriendo el escenario, acompañados por las notas envolventes de violín y violonchelo.

Una vez más, Rafael Bonachela, apuesta por unas coreografías, sobrias, despojadas de cualquier artificio, buscando una sincronización y una ejecución absolutas. Y se puede decir con plena certeza que cumple con este ambicioso proyecto.

Los bailarines Lucy Angel, Dean Elliott, Riley Fitzgerald, Jacopo Grabar, Liam Green, Madeline Harms, Luke Hayward, Morgan Hurrell, Sophie Jones, Naiara de Matos, Connor McMahon, Jesse Scales, Piran Scott, Emily Seymour, Coco Wood y Chloe Young ejecutan frenéticas y complejas coreografías sin descanso. El punto medio entre los solos, dúos, y actuaciones en grupo es brillante. Las transiciones se hacen con una fluidez y una continuidad notables. Los intérpretes demuestran tal comodidad, que hasta podríamos pensar que bailan como caminan, sin esfuerzo. Pero detrás de esta infinita fluidez, se observa todo el exigente trabajo y la dedicación de cada uno de los bailarines, para dejar que surga este don de perfección.

Impermanence no pretende alcanzar una viva emoción o unas coreografías espectaculares. De hecho, solo busca crear una sensación, una pequeña corriente y la emoción justa para sumergirte en la obra. La escenografía de David Fleischer acompañada por la iluminación de Damien Cooper siguen ese mismo camino, sin adornos. Los cuerpos son autosuficientes y avanzan en la luz tenue precisamente porque no hace falta más para hechizar a un público que ya conquistado por la pureza y la belleza de la actuación.

La fabulosa y emocional partitura de Bryce Dessner, interpretada en directo por los músicos del Australian String Quartet, Dale Barltrop (violín), Francesca Hiew (violín), Christopher Cartlidge (viola) y Michael Dahlenberg (violonchelo) dialoga con los intérpretes en un torbellino de notas a veces intensas y otras veces más suaves, siguiendo el rumbo y la energía de los bailarines. Danza y música se convierten en uno.

Impermanence aspira en identificar el equilibrio entre la belleza y la devastación, propósito que la Sydney Dance Company logra en cada momento de la función. Con una energía sin igual, los bailarines alcanzan una excelencia que pocos grupos de danza pueden prometer. La audiencia se queda atónita, completamente asombrada por el momento compartido. Y evidentemente, cuando cae el telón, los aplausos hablan por sí solos.

Crítica realizada por Angélique Travessa

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