Comienzo de temporada en el Fernán Gómez Centro Cutural de la Villa de Madrid con La Tuerta de Jorge Usón. María Jáimez, interpretando ella sola toda una serie de personajes que nos llevan del s.XVI a la actualidad, relata la maldición lanzada por una doncella a todas aquellas mujeres que sufran por amor.
Conchita (María Jáimez), una doncella del Barroco, corre por los salones de su casa de Granada, y sale a pasear por su jardín romántico a saludar a los pajarillos, comer de su manzano, y a participar de los juegos de un célebre bayestero que, galante, le salva la vida y luego se la jode de por vida. Conchita, La Tuerta, se declara Madre de las Hijas del Rencor, y su maldición poseerá a toda aquella mujer que sufra las heridas de un desamor.
La Tuerta es una historia de terror, un cuento gótico que funda toda una mitología propia y planta la semilla del manzano maldito que será el árbol genealógico de la estirpe de las Hijas del Rencor. Con este material los americanos crearían toda una franquicia de películas de terror que se batiría en duelo en la taquilla con La Monja, Anabelle o Talk to me. La inteligencia con la que Jorge Usón, junto a María Jáimez, ha levantado esta fábula terrocómica desde su encierro en la sala de ensayos es digna de celebración y de que Paco Plaza les pida los derechos para crear una saga paralela a Hermana Muerte, de próximo estreno, con otra leyenda del escenario, Consuelo Trujillo.
Que La Jáimez es leyenda y que esto solo acaba de comenzar, es un hecho. Que merece ovaciones en pie y lluvias de premios, una certeza. Y es que La Tuerta es su consagración como reina del escenario. Todos los registros caben en ella, y en La Tuerta transita por todos ellos: expresión corporal, clown (y mira que odio el clown), comedia, tragedia, melodrama y terror. En mi mente tengo grabada la imagen de su Lucía, jugando con un pestillo pensando en quién descuartizará a continuación. Y es una frase, una única mención a una acción que me persigue desde anoche, y que rememoro con terror y humor a partes iguales.
La dramaturgia y dirección de Jorge Usón es certera, meticulosa y tremendamente evocadora. El juego que proponen al espectador de jugar a imaginar lo que no se ve, nos traslada a la sombra oscura de la cuenca vacía de Conchita, para que desde ahí intuyamos el dolor y la dicotomía en la que esta/s mujeres están inmersas. Vi sin ver el jardín de Granada, y el baño de la cafetería, y el traicionero río Princesa con cocodrilos, y ese dormitorio a puerta cerrada, y ese quirófano en el que Conchita es intervenida, y vi la maldición flotar sobre el lienzo blanco de la escenografía de Alejandro Andújar, y me sumergí en la poza buscando a Ramón.
Muy pocas veces se dice tanto con tan poco, y es que la iluminación de Juan Gómez-Cornejo es puro Hitchcock, y la caracterización de Ana Bruned es Baby Jane Hudson, y el viaje través de los siglos de La Tuerta es tan camp e icónico que, en estos tiempos de economía y concienciación del consumo por encima de nuestras posibilidades y atención, me hacen marcar este estreno como un ejemplo de la importancia del teatro de repertorio en la escena actual. Por muchos años de La Tuerta en escena, y por mucho Usón y Jáimez en el futuro.
Crítica realizada por Ismael Lomana