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10.07.2023 Críticas  
Un clásico cuenta de hadas que nunca envejece

Cinco años después de su última actuación en España, la compañía cubana del Ballet clásico de Camagüey vuelve al escenario madrileño con el estreno de la obra maestra El Lago de Los Cisnes, en el teatro EDP Gran Via de Madrid.

Hay clásicos que nos superan y El Lago de los Cisnes es indiscutiblemente uno de ellos. Estrenado por primera vez en el Teatro Bolsoi de Moscú en 1877, la obra magistral llegó a los más reconocidos escenarios del mundo gracias al Ballet de San Francisco, el New York City Ballet o el Opéra de Paris, entre otros, convirtiéndose en una obra icónica en el repertorio de la danza clásica.

El Lago de los Cisnes cuenta la historia de amor imposible entre Sigfrido y Odette, interpretados por los primeros bailarines Yanni García y Rosa María Rodríguez Armengol. Odette, es una hermosa princesa convertida en cisne blanco por el hechizo del malvado brujo Rothbart y Odile, su hija y cisne negro. Como en toda cuenta de hadas, este hechizo solo puede romperse mediante la promesa de un amor verdadero y eterno. Pero más allá de la fábula romántica, la historia hace eco a la eterna lucha entre el bien y el mal.

Acompañados por la legendaria e inmortal música de Tchaikovsky, los 32 bailarines ejecutan los pasos de cada escena con exactitud y redondez. De hecho, El Lago de los Cisnes, supone un gran reto para estos intérpretes debido a la complejidad técnica, al número de actos y en cierta parte, a la presión que significa la actuación de una obra tan famosa y reconocida mundialmente que atravieso el tiempo y las generaciones. El legado dejado por el maestro fundador de la compañía Fernando Alonso se siente en todo momento con el empeño y la atención meticulosa que se refleja en el escenario, demostrando toda la disciplina y la constancia de los bailarines.

Toda la dificultad de ser bailarín de ballet clásico reside en la capacidad de poder combinar la fuerza física necesaria para la ejecución de cada paso y la actuación teatral, imprescindible para que el público llegue a entender la trama de la obra. Bajo la dirección de Regina Balaguer, el coreógrafo Rafael Saladrigas logro llevar la obra a su propio camino colocando la característica expresividad cubana al centro de la obra sin nunca olvidar la esencia misma de la obra original de Petipa / Ivanov. Los bailarines, cuya técnica es imparable, son muy sonrientes y desprenden mucha buena energía en el escenario.

Una vez más, esta obra icónica llega a emocionarnos por todo su esplendor, su magia, su drama y su final no feliz. El decorado del castillo, el vestuario, la actuación y la música son todos los elementos que nos sumerge en la opulencia del ballet clásico.

Eso sí, el Ballet clásico de Camagüey nos ofrece un final más dramático de El Lago de los Cisnes. En el cuarto y último acto Sigfrido, engañado por Rothbart y Odile, pierde a su amor Odette, quien después de la tramposa traición, queda condenada a seguir siendo un cisne para siempre y prefiere la muerte. A la orilla del lago, Sigfrido que logró matar al brujo, no pudo romper el hechizo y se queda solo en su inmenso dolor mientras cae el telón que nos recuerda que, en la vida real, el amor no siempre triunfa.

El Lago de los Cisnes es una de esas obras que podrías repetir miles de veces sin nunca cansarte. Te devuelve a un rincón de tu infancia, una época en la que soñar era sencillo, puro y verdaderamente bonito. La compañía nos regala ese paréntesis temporal para revivir parte de ello en un instante lleno de magia.

Crítica realizada por Angélique Travessa

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