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13.02.2023 Críticas  
¡Qué buena es mi hija Mari!

El Teatro Pavón de Madrid se convierte en un plató televisivo lleno de chismorreo hasta el 18 de marzo. Antonia San Juan presenta Entrevista con mi hija Mari; una obra de la que es autora y que co-protagoniza junto a Yeyo Bayeyo.

Antonia San Juan no es ajena a los dramáticos platós de la prensa amarilla y con Entrevista a mi hija Mari nos muestra el lado más salvaje y absurdo del amarillismo. Desde el principio nos lo deja claro, la industria del cotilleo es mala, sí, pero nosotros que la vemos somos aun peores.

Cuca es una madre canaria que todos los isleños ampliamente reconocemos. Una madre exagerada, sufrida, maltratada por la vida, que sólo quiere lo mejor para su hija Mari y su hijo Paco, con un marido inútil y pilar de su iglesia. O no. Cuando Cuca asiste al programa “Húndeme” y decide intercambiar su vida por un cheque y quince minutos de fama todo se tuerce.

El presentador del confesional (Yeyo Bayeyo) es una caricatura de los entrevistadores más viciosos de ciertos programas que todos conocemos y (oficialmente) “odiamos” pero que, sin embargo, ahí siguen como líderes de audiencia. Yeyo es malvado, sin grises ni posibilidad de redimirse. Pero lo es porque es un reflejo nuestro, el público; nosotros queremos que sea.

El texto que se nos presenta en escena no es nuevo. De hecho, gran parte de este libreto ya existía en el mítico monólogo de Antonia San Juan: ¡Qué buena es mi hija Mari!; citado en prácticamente todos los hogares canarios de manera habitual. El monólogo original ya contenía bromas oscuras, ya abría puertas a una vida familiar machista, manipuladora y violenta. Pero en Entrevista con mi hija Mari vamos más allá, creando una comedia negrísima de lenguaje vulgar y trasfondo duro en el que nada es lo que parece. Las risas son, a menudo, culpables de la humillación y el maltrato que recibe Cuca en el plató de “Húndeme”, aunque ella misma no sea capaz de verlo.

La obra es divertida, oscura, idiosincrática y exenta de sutilezas. Eso sí, hay que conocer el contexto de la autora y venir preparados para pasar un rato de risas incómodas y conciencias inquietas. A pesar de su vulgaridad y un final algo abrupto y predecible, las risas fluyen y el aplauso es fuerte y claro.

Antonia San Juan demuestra que sigue siendo igual de querida y de genial que siempre. Características son sus frases inacabables con finales impredecibles, los canarismos por bandera, las canciones y el absurdo cabaretero con un acento que se esgrime con orgullo. Y siendo brutalmente honestos, no la cambiaríamos por nada. Siempre libre, Antonia.

Crítica realizada por Ariadna Ortega

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