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21.11.2022 Críticas  
Crear la emoción

La sala principal del Teatro Español de Madrid se transforma en una sala de ensayo del Conservatorio de Arte Dramático del París de 1940. Josep Maria Flotats dirige y protagoniza un montaje de profunda carga didáctica y emocional.

El estilo Flotats recorre todos los recovecos del montaje, desde la ambientación, la música elegida, así como el texto. Nadie mejor que el maestro para este montaje del texto de Louis Jouvet. Un texto que recrea el proceso de creación y ensayo de un grupo de estudiantes de teatro que preparan el Don Juan de Molière. En concreto, el montaje se centra en una de las escenas que protagoniza Elvira, una de las escenas más complejas de interpretar, en la que veremos la transformación y evolución de la joven estudiante que se esfuerza en interpretarla. Los consejos del experimentado profesor nos llevaran a toda la platea a identificarnos con los a veces frustrados esfuerzos de la joven interprete. Una serie de brillantes y elevados consejos que emanan de la sabiduría del maestro que nos permitirán ver más allá de la superficie, hasta llevarnos a un final donde la emoción se desborda, donde se golpea, donde se traspasa del escenario a la platea.

¿Qué decir de Josep Maria Flotats? Con su calculado equilibrio entre la comedia y el drama, con su perfecta interpretación de este maestro, resulta casi imposible discernir cuando está interpretando o cuando está siendo simplemente Flotats. Un lujo disfrutar de la maestría y buen hacer de uno de los grandes de nuestro teatro. Asistir como espectador a esta clase magistral en todos los sentidos, es algo que ningún amante del teatro debería dejar escapar.

La réplica al maestro corre a cargo de Natalia Huarte. Interpreta Natalia a una joven aspirante a actriz, enfrascada en encontrar ese rango de emociones y sensaciones necesarias para clavar la difícil escena de la confesión de Elvira ante Don Juan. No se puede más que alabar el trabajo de Natalia, repitiendo vez tras vez la escena, titubeante algunas veces, excedida en otras, pavorosa, frustrada, emocionada. Siguiendo con respeto y admiración la guía del maestro. Un ejercicio de interpretación de finísima ejecución y que va calando poco a poco en el espectador.

Acompañan a los dos protagonistas Juan Carlos Mesonero y Francisco Dávila como estudiantes de teatro. Aunque el protagonismo recae principalmente en Natalia y Flotats, tanto Juan Carlos como Francisco ayudan a que el cuadro se complete. Arturo Martínez Vázquez en un pequeño y misterioso papel nada desdeñable dará un giro inesperado a la historia.

No hay que olvidar que las clases se desarrollan en un París amenazado por la invasión nazi, esa amenaza y ese miedo transformarán -como no puede ser de otra manera- toda el rango de emociones tanto del profesor como de los estudiantes.

París 1940 se puede resumir como una gran clase magistral de teatro, del proceso de entendimiento y proyección de las emociones, de saber leer más allá de un texto escrito. De como el arte del teatro y la interpretación conmueven y remueven.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau.

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