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21.11.2022 Críticas  
La hija de Iliza y Hannah

Llega a La Badabadoc de Barcelona la versión definitiva de Alma, espectáculo para una sola actriz escrito y protagonizado por Anabel Riquelme. Universal y personal, física y metafórica, esta es la historia de un nacimiento, una caída y un renacimiento.

Riquelme colabora con la directora Alejandra Jiménez-Cascón para explicarnos la vida de Alma, una joven fantasiosa (quizás demasiado), romántica (quizás no de la forma más sana), que conoce al hombre de sus sueños. Pero a veces no hay maldiciones ni madrastras contra las que luchar: a veces, somos nosotros mismos quienes elegimos precipitarnos al vacío.

Al descenso a los infiernos de Alma seguirá un difícil proceso de redescubrimiento y reinvención; el verdadero núcleo de esta obra. Las mujeres que la guiarán hacia el autoconocimiento la permitirán transformarse, no en un cisne, sino en la mujer que de verdad estaba atrapada entre los traumas y las ansias de su interior.

Anabel Riquelme interpreta a cuatro mujeres en esta obra: Alma, en varios momentos de su vida; su madre, su vecina y la mejor amiga. Su paso de una a otra es instantáneamente reconocible, gracias a las peculiaridades de lenguaje verbal y corporal que construye para cada una, y muy efectiva, pero es posiblemente en la evolución de la propia Alma donde hace un trabajo de detalle más profundo.

Alma, la obra, tiene un tema principal muy reconocible, y se mueve sobre todo en el terreno de lo real, con actitudes, relaciones y conversaciones que todos hemos vivido, e incluso momentos límite que, si no hemos vivido, hemos visto y leído en películas, series y novelas. Aparte del trabajo exclusivo de Riquelme, cuya multiplicación enriquece mucho la obra y refuerza el concepto de sororidad, otro factor que la eleva por encima de lo común son tres o cuatro momentos esenciales que se mueven en una clave distinta, plástica, metafórica y onírica, y un clímax muy real pero magnífico en que conocemos a la Alma renacida.

Por la combinación de factores vitales, trágicos, humorísticos y de presentación unipersonal, Alma recuerda en cierto modo a los trabajos de dos cómicas anglosajonas, la americana Iliza Shlesinger y la australiana Hannah Gadsby. Como en sus espectáculos, este oscila entre la risa y el llanto, la pérdida y el autoconocimiento, el feminismo y la complejidad de la propia identidad, los defectos propios y los de la sociedad que nos moldea. Y como aquellos espectáculos, este es definitivamente una expresión personal de su intérprete.

Crítica realizada por Marcos Muñoz

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