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07.11.2022 Críticas  
Ser (gorda) o no ser (gorda)

Esther F. Carrodeguas estrena en el Teatro del Barrio de Madrid Lo único que verdaderamente quise toda la vida es ser delgada, un texto de auto[NO]ficción sobre la relación con su cuerpo y el ser/estar gorda, aunque no tanto.

Yo descubrí a Esther F. Carrodeguas por la fantástica Supernormales, revelación y éxito de la pasada temporada del Centro Dramático Nacional, texto escrito en el marco del programa de Residencia Dramáticas del Centro Dramático Nacional durante la temporada 2020-2021, donde también se gestó la magnífica Breve historia del ferrocarril español, de Joan Yago, que al igual que pasó con el texto de Esther, ya ha agotado entradas y es un imprescindible de la temporada actual.

Lo único que verdaderamente quise toda la vida es ser delgada es precisamente el deseo que he tenido toda la vida y el cual fugazmente pude vivir, a costa de abismarme al trastorno alimenticio y a la sobreexposición en diversos ámbitos de mi vida, en un intento de (de)mostrar al mundo que si se puede, que ahora qué y que fuck y’all todos los que me despreciaron en el pasado por gordo. Y es que la vida de les gordes tiene tantísimos lugares y desprecios comunes que es imposible no empatizar y no verse reflejade en lo que Esther F. Carrodeguas comparte sobre el escenario, rodeada de restos de chocolatinas, bebidas carbonatadas y ultrazucaradas, que junto con la iluminación y el vestuario es de ButacaZero.

La sonoplastia y la presencia de JuanmaLoDo acompañan el periplo de Esther desde su infancia de niña gorda con patines hasta la mujer gorda, pero no tanto, que es hoy y que no duda en mostrar porque «por mucho que te escondas, la gordofobia sigue siempre a tu lado. Sobre todo porque está en ti.» Xavier Castiñeira es el director de la pieza, con autoría de Carrodeguas, quien opino que ha logrado que la frustración y la culpa que han podido acompañar a la autora en su vida, sobre el escenario, se transmita y se sienta como la confesión de una amiga; un mensaje cercano y emotivo, que en los apenas 60 minutos del montaje, calan hondo y crean esa cicatriz con la que la autora desea que abandonemos la sala.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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