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24.12.2021 Críticas  
La Comedia Francesa y la época del COVID

La productora Morboria nos trae una deliciosa versión de El enfermo imaginario de Molière traducida y dirigida por Eva del Palacio que llena el escenario del Teatro Fernán Gómez de Madrid. Una comedia tan relevante e irreverente hoy como en su estreno en 1673.

Jean Batiste Poquelin, o Molière, escribía en el siglo XVII una comedia-ballet (género que precede a nuestros musicales actuales) donde nos presentaba a Argán (Fernando Aguado), un hipocondríaco de primer orden que mida sus días en cuántos medicamentos, curas y visitas médicas ha tenido e insiste en sus múltiples males. Argán tiene una hija, Angélica (Luna Aguado), a la que, a pesar de estar ella enamorada de Cleanto (Daniel Miguelánez), decide casar con el repulsivo Tomás (Eduardo Tovar), hijo del Señor Daifoirus (Vicente Aguado), ambos médicos para así tener un médico en la familia. En este plan tiene a Belina (Virginia Sánchez) su mujer y madrastra de Angélica, pero tiene también a dos temibles y formidables oponentes: su sirvienta Toñita (Malena Gutiérrez) y su hermana Beralda (Eduardo Tovar). En todo este lío se desarrollan historias que llenan el escenario de fantasmas, odaliscas, turcos y médicos en esta comedia de dos horas.

Eva del Palacio ha conseguido adaptar la última obra de Molière añadiendo guiños modernos e interacción con el público, pero manteniendo toda la esencia, picaresca, humor ácido y crítica social del original. En el marco de la disputa por el posible matrimonio de Angélica se discuten cosas como la hipocondría y los abusos de las boticas (de los doctores Pfizer y Moderna) que sólo tienen interés en bailarle el agua a Argán para mantener un fiel cliente, pero también se defiende la necesidad de una medicina honrada y centrada en el bienestar del señor Argán, no sólo en su monedero.

Sin movernos del exquisitamente diseñado dormitorio de Argán, vemos desfilar a unas perfectas caricaturas de personajes con vestidos de época maravillosamente hechos que muestran a la perfección el carácter de los personajes representados por actores de calibre, destacando a Malena Gutiérrez como la irreductible sirvienta Toñita y a Eduardo Tovar como Tomás Diafoirus y Beralda, personajes opuestos, pero ambos de comedia exquisita y actuados con elegancia.

Es especialmente destacable la música en vivo durante toda la obra (originales de Marc-Antoine Charpentier que se creían perdidos y fueron recuperados en 1990) a cargo de Milena Fuentes al violín, Miguel Barón al clavicordio y a la dirección musical y Javier Monteagudo al laúd, mandola y percusiones, un placer ya raro en el teatro que da un gran valor añadido a una comedia intensa que tiene al público constantemente estallando en risas.

Como curiosidad, es justo esta obra la más memorable de Molière por ser la última y crear la leyenda teatral que prohíbe el amarillo en el escenario. El padre de la Comedia Francesa, que dirigía y actuaba en sus propias obras, padecía tuberculosis durante la representación y en 1673 en medio de la misma se desplomaba vestido de amarillo (aunque hoy se cree que vestía de “amarante”, amaranto, más bien granate y que falló la traducción de la noticia) muriendo pocas horas después.

El enfermo imaginario de Eva del Palacio no es quizás la obra que queríamos, pero es la obra que necesitamos en estos tiempos oscuros para alegrar un poquito la navidad. Las dos horas se pasarán volando mientras absorbemos una comedia clásica con momentos musicales descacharrantes y que Eva del Palacio “dedica a los médicos y sanitarios” a los que tanto debemos y que, al contrario que el médico de Argán, luchan por nosotros sin esperar nada a cambio.

Crítica realizada por Ariadna Ortega

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