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26.05.2021 Críticas  
Concha en cuerpo y alma

Concha Velasco vuelve al Teatro Goya de Barcelona con su última obra: La habitación de María; obra escrita por Manuel Martínez Velasco y dirigida por José Carlos Plaza. Concha vuelve al teatro de la ciudad condal que la ha visto crecer profesionalmente y convertirse en la actriz todoterreno que es.

La célebre escritora Isabel Chacón cumple hoy 80 años. La flamante ganadora del Premio Planeta, que no pudo recoger en persona por la agorafobia que sufre, celebra hoy su aniversario sin ningún tipo de acto público, ni familiar, como viene siendo habitual en los últimos años. Son 43 años en concreto los que Chacón lleva recluida en su domicilio por su condición, la planta 47 de un rascacielos madrileño que ha convertido en su fortaleza y donde todo lo que necesita (comida, ropa, medicamentos…) le es llevado a casa. Esa noche se produce un incendio y todos los inquilinos son obligados a evacuar el inmueble. Pero para Isabel esto es imposible, sencillamente «no puede» salir de casa. A medida que las llamas van llegando a la azotea, exactamente durante 75 minutos, Isabel tendrá que tomar la decisión más importante de su vida afrontando con un inteligente sentido del humor sus miedos, sus fantasmas, y todos los traumas de su vida que le han llevado a esta encrucijada, antes de que sea demasiado tarde…

La habitación de María es un texto de lucimiento para la actriz quién presenta un monólogo (en ocasiones más bien soliloquio) que busca hacer reír al público y pasar un buen rato sin más pretensiones. Isabel Chacón, escritora recluida en su ático de Madrid por un gran problema de agorafobia que arrastra durante décadas, echa la vista atrás y hace balance de una vida que puede no haber sido tan prolifera como sus lectores piensan.

La habitación de María se inicia con acertada acidez cuando Concha Velasco se mete al público rápidamente en el bolsillo criticando casi la totalidad de las líneas editoriales de la prensa escrita. Es la primera vez que la actriz rompe la cuarta pared (no será la única) para, tras ello, volver a una ficción que no sorprende y nos deja fríos. A excepción de dichos momentos, al texto le falta un contenido que lo eleve a lo que Concha podría convertir en oro. Su maestría está dejada de la mano de Dios bajo una historia que se centra mucho en el tema del aniversario del personaje pero que no explica su título hasta pasada la mitad de la obra en la que ya no da tiempo a remontar y a hacer que el espectador sienta interés por ella.

Por otro lado, gozamos del gran trabajo escenográfico y la iluminación de Paco Leal que nos muestra una fantástica escena que podría dar mucho más juego en la historia pero que, aun así, la llena de vida y maravilla al espectador. Junto a ella, disfrutamos del espacio sonoro de Arsenio Fernández y del vídeo en escena de Bruno Praena quienes se complementan con la gran actriz, desde su casi estática posición, quien interactúa durante la hora y cuarto que dura el montaje con objetos como teléfonos, periódicos, un mando a distancia y, Salinger, su callado canario. Efectivamente los movimientos de la actriz son ya muy limitados por su edad (Concha Velasco tiene ya 81 años) y eso dificulta el posible movimiento escénico.

Por último, a la dirección de José Carlos Plaza le faltan matices. En momentos, Concha Velasco se arranca con ánimo y pone el piloto automático; parece que tenga que acabar su texto en un tiempo récord. Ella empodera esa vertiente de entretener pero, en ocasiones, las pausas y silencios son necesarios. Lo mismo que limpiar y ajustar tempos en momentos en los que, por ejemplo, suena el teléfono y ella ya está hablando antes de descolgar.

Lo que está claro es que, haga lo que haga, Concha Velasco llena los teatros. Ella es una estrella que se entrega a su público y se abre en canal. Sino, que se lo digan a los casi 30 minutos extra que nos brindó en la noche de su estreno en Barcelona donde recordó, cantó y, sobretodo, agradeció a su público. Un público siempre fiel que espera verla dándose en el escenario en cuerpo y alma.

Crítica realizada por Norman Marsà

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