Atalaya recala en el Teatre Romea de Barcelona para presentar dos de sus piezas estrella como son Madre Coraje de Bertolt Brecht y Rey Lear de William Shakespeare. Esta es una buena oportunidad para ver a la compañía que, aunque sita en Sevilla, ha recorrido toda España y multitud de otros países dando a conocer sus montajes.
Con el teatro experimental como objetivo Ricardo Iniesta, a la dirección y la dramaturgia, condensa la historia de Lear en 105 minutos donde la historia salta paralela entre los sucesos entre el monarca y su descendencia y entre el Conde de Gloucester y sus dos hijos. La trama de ambición, traición, engaño y locura que el autor inglés tan bien implementó en el libreto original son presentados por Iniesta como un juego entre texto, voces ‘a capella’ y música, una escenografía que se coreografía y la luz.
Los cambios escénicos, a base de unos bancos con los que construyen formas elevadas o se convierten en mural, son realizados por los mismos actores. A la par, ellos mismos realizan los coros (con algún que otro desacierto), de los que se ha encargado Luis Navarro. Y el movimiento de los actores, siempre coreografiado aunque algo sobreactuado, ideado por Juana Casado, ofrecen una versión no-clásica de este Shakespeare. Esa contemporaneidad, a la par que atemporalidad, es lo que consigue como resultado un teatro empírico para el entretenimiento de la platea. En el ámbito de lo experimental se agradece que puedas ir al teatro y ver una función ya conocida con diferente cariz.
El recurso de usar a dos mujeres en el papel de Lear y del bufón, el vestuario utilizado y esa escenografía minimalista, sin embargo, conlleva a que la mayor parte del tiempo recurramos mentalmente al exquisito montaje de Lear de Pasqual en el Lliure de hace unas cuantas temporadas. Y que, sin querer, busquemos en nuestro recuerdo las impecables e inolvidables interpretaciones de la Espert y la Lozano que ya han pasado a la historia. No por ello quedan desmerecidos los trabajos de Marga Reyes y Lidia Mauduit, pero una prefiere no tener que comparar. Javi Domínguez como Edmund (el bastardo) y Raúl Vera como su padre, el Conde de Gloucester, brillan especialmente en la función, y este último denota gran experiencia sobre las tablas. El resto del elenco, que incluye a Silvia Garzón, María Sanz y Laura Porras interpretando a Goneril, Regan y Cordelia crean un conjunto coral que evidencia un arduo trabajo, aunque no acaba de arrebatarnos ni elevarnos hasta donde el teatro excelso te transporta.
No por ello, como decíamos al principio, no se agradece poder ver teatro en estos tiempos que corren y conocer los trabajos de compañías ajenas a tu entorno habitual. Y no en vano, existe reconocimiento hacia la compañía, que en 2008 se granjeó el Premio Nacional de Teatro. Quedan pocas funciones y, la verdad, un clásico es un clásico.
Crítica realizada por Diana Limones
