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26.01.2021 Críticas  
A propósito de Enric

El Maldà acoge por fin el último espectáculo de Els Pirates Teatre. Con Boira a les orelles la vuelta a casa es recíproca y en primera persona. Una preciosa obra de creación colectiva que escenifica la diversidad funcional auditiva de uno de los miembros de la familia teatral y, al mismo tiempo, muestra la identidad y los rasgos más característicos de los usos y costumbres de la compañía.

Adrià Aubert dirige una función que cuenta con dramaturgia conjunta piratil apoyada por la visión externa de Míriam Escurriola. Y, como en las mejoras ocasiones, la unión hace la fuerza. Se elige el formato documental para explicar la historia de Enric Romaní, el escenógrafo de la compañía. A partir de la convivencia multidisciplinar se plasmará su sordera profunda y su apuesta por la lengua hablada en lugar de la de signos. Un aprendizaje que se convertirá en el nuestro a partir de textos y testimonios que integran con soltura lo que sucede en escena con una gran aportación del audiovisual y material de archivo, tanto doméstico como propuesto para la ocasión en forma de entrevista. Lo más relevante en este terreno es cómo se presenta la diversidad y que la dirección no tiene miedo al enfrentarse a la etiqueta «documental». Es más, se aprovecha el camino recorrido hasta ahora para aportar una mirada desacomplejada e incluso lúdica del género. De este modo, se superan los prejuicios que podamos tener al respecto a la vez que se reflejan los que mostramos al relacionarnos con aquella persona que es «diferente». La integración del espacio sonoro como protagonista indiscutible de la propuesta y la interacción y uso que realizan los protagonistas (junto con la meticulosa labor técnica) re-crean una atmósfera tan especial como fulgurante, que refracta la realidad del protagonista.

El trabajo de Laura Pau, Lluna Pindado y Bernat Cot se ajusta como un guante a los requerimientos de la propuesta. En un principio parecerá que se interpretan encima y en parte es así porque también nos cuentan su experiencia o testimonio. Pero esta función tiene muy bien ubicado el lugar desde donde se quiere explicar a sí misma y pronto el desdoblamiento será múltiple y tan asequible en su recepción como complejo en su ejecución. Una capacidad para «hacer fácil lo difícil» que se convierte en representante y embajadora de la pieza. Tres caras visibles que dan voz al resto de la familia Pirata que también participa en el espectáculo. De este modo, lo personal estará representado a través de las distintas disciplinas y manifestaciones artísticas. Teatro como oficio y cada profesión muestra en escena cómo se relaciona con la de Romaní, que en este caso tendrá la oportunidad de ser escenógrafo de su propia historia. Para la ocasión ha creado un artefacto que junto a la iluminación (también de Aubert) viste el espacio e interatúa con los intérpretes. Hasta el vestuario de Maria Albadalejo elige un cromatismo gris que es símil de esa niebla titular que amenaza con difuminarlo todo pero que también (y como es el caso del protagonista) le/nos refleja y deslumbra.

Todo estará dirigido a propósito de Enric y para que nos pongamos en su lugar. Esa será nuestra misión mientras dure la función y así se logra en en el férreo y excelentemente cimentado lenguaje interno de la propuesta. De este modo, las pausas y silencios supondrán todo un qué, así como los gestos y movimientos. Un itinerario diseñado por Anna Romaní en el que quizá sea uno de los detalles más hermosos de toda la propuesta. Que sea la propia hermana del protagonista la que marque su camino en escena es un magnífico reflejo y nuevo punto de encuentro que recupera el acompañamiento vital y camino en paralelo que ambos han recorrido. Integrando también rutinas logopédicas en el lenguaje dramático, las intérpretes aúnan voz, expresión facial y corporal con una sensibilidad tan extensa como profundo es el resultado y de ahí hasta llegar a cuestionarnos la definición que el poder dominante transmite de «normalidad». También nuestro monopolio y adhesión fervorosa e irreflexiva a un término que a nivel individual carece de sentido. Una invocación en toda regla de la figura de Romaní que se materializa y muy exitosamente en todos los sentidos posibles. La sublimación a través de los momentos musicales suponen uno de los puntales y aquí nuestros emisarios brillan con luz propia a la vez que nos descubren la música original de Ariadna Cabiró.

Boira a les orelles resulta una pieza que acerca, vincula y replantea la relación del teatro con el género documental y testimonial creando la ilusión de estar asistiendo a una suerte de acción artística, incluso happening dramático. Resulta un hallazgo de la dramaturgia el plantear o introducir el espectáculo a partir de la idea de un coloquio (nada más adecuado para el formato). También para el momento actual que viven las artes escénicas ya que un pos-función quiere decir que ha habido función (ojo al uso de las mascarillas, también para reflejar el efecto que producen en la comunicación con el protagonista). De un modo totalmente orgánico y cuidado hasta el mínimo detalle la manifestación multidisciplinar acerca la pieza a una experiencia compartida y a esa sensación de invitación, intercambio y de charla espontánea, improvisada y participativa. Que este proyecto se represente en este espacio no deja de ser significativo ya que de algún modo nos encontramos ya no en el ámbito sino en el lugar de trabajo del protagonista, que podrá aparecer para explicarnos su participación en la pieza a partir de la disciplina que lo representa, la escenografía. De algún modo, tomará la riendas de su propio espectáculo hasta conseguir un tramo final realmente emocional que consigue transformar la expresión bigger than life a la mucho más cercana y no menos impactante «as big as his life».

Finalmente, Boira a les orelles demuestra que cuando se siente la necesidad de explicar algo y se sabe combinar sensibilidad y lucidez para discernir y elegir de entre lo particular lo más beneficioso pare el resultado conjunto y final no hay límites formales o expresivos para desarrollar una propuesta. Emociona ver cómo el sentimiento de pertenencia y el compromiso se mantiene y reafirma proyecto a proyecto y sorprende, en este caso concreto, cómo el tema se convierte de algún modo en ejemplo didáctico-dramático también para los asistentes, que aprendemos de un modo tan simbólico como intrínseco a «escuchar» esta puesta en escena. Una alineación interestelar de todas las disciplinas convocadas gracias también a una dramaturgia limpia, delicada y precisa para una pieza que trasciende el marco de la representación y se convierte también en un bellísimo canto a la amistad y la convivencia. ¡Bien por Els Pirates!

Crítica realizada por Fernando Solla

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