El Teatre Lliure presenta Explore el jardín de los Cárpatos. La compañía José y sus hermanas retoma en Gràcia esta propuesta que se programó en formato digital (a modo de work in progress) durante el pasado Grec Festival de Barcelona y que, en esta ocasión, convierte el espacio escénico en un plató y la propuesta en un punzante rodaje televisivo.
El turismo «marca España» bajo el punto de mira para una espectáculo multidisciplinar en la ejecución como múltiples son las voces de sus intérpretes. En el caso que nos ocupa, y vistas sus anteriores propuestas, se percibe un equilibro todavía mayor en la balanza de la creación colectiva y las voces individuales. También una ambiciosa y muy bien llevada intención por combinar el proceso de documentación, mostrándolo en escena como parte integrante del resultado final, con una secuencia de viñetas en las que el audiovisual tiene mucho que aportar. También aquí el salto es considerable, ya que el montaje y edición en directo promueven un meticuloso movimiento escénico que las intérpretes asumen como si de una coreografía espontánea se tratase provocando momentos tan hilarantes como reveladores de la temática y el enfoque sobre el que quieren incidir.
La capacidad para integrar la visión externa y el acompañamiento resulta un gran valor añadido. Por este plató multi-pantalla, que acoge la función en forma de rodaje en riguroso directo y a ritmo de programa televisivo de sobremesa, se muestra lo que bien podría ser el estereotipo del viaje programado. Fotografías, redes sociales y postureo llevados a escena de un modo crítico y mordaz. Los símiles son realmente irónicos. ¿De dónde viene todo esto? La reflexión aquí es brillante por su capacidad de profundización histórica. El «somos hijos de» no será excusa para las intérpretes y creadoras y de un modo proporcional a la carga estética vendrá la denuncia ante la demagogia, el ocultismo, los lavados de imagen o las ansias de equipararse al «nivel» europeo. Todo con un rigor antropológico y geopolítico que muestra las contradicciones de nuestra herencia. La denuncia estará muy presente e integrada en cuanto a connotaciones de género y de clase/clasista, especialmente. Podemos ser muy críticos en esencia durante todo el año pero en «presencia» ¿somos capaces de no transformarnos durante los diez o quince días en los que parece localizamos toda la «felicidad» de un año entero? La dramaturgia de Ignacio de Antonio Antón unifica con ritmo y precisión las distintas situaciones o sketches y se convierte en gran aliada de la compañía.
En cuanto al espacio, éste también muestra la alteración cartográfica sobre el panorama (físico e interior) porque lo que se se está haciendo es transitar por un paisaje tan vacío como es el del escenario, manipulando lo que vemos a ritmo de escaleta y urdiendo un montaje tan ilusorio como efectivo y símil de lo que vemos cuando ocupamos masivamente un espacio turístico. Sin la recreación ficticia de nuestra propia realidad, es decir la imagen que queremos proyectar por ejemplo en redes sociales, no habría nada. Así como en un estudio o plató de televisión sin cromas o utillería diversa. Viajes como visitas a un parque temático. En este terreno, el espacio escénico y vestuario de Patricia Albizu, la iluminación de Cube.bz y la impagable tarea en el vídeo y la realización en directo de Maria Aponte y en el sonido de Helena Bantulà alcanzan la excelencia. Porque transmitir y conseguir esta sensación de verosimilitud hace el lenguaje interno particular de la propuesta de principio a fin no era tarea fácil y aquí se consigue con creces.
Y por supuesto las intérpretes. Cinco artistas que aportan en todo momento lo mejor de sí mismas, desde la creación hasta la ejecución. El acompañamiento conjunto es imprescindible para que la propuesta siga adelante y los cambios de registro/función se suceden a ritmo vertiginoso, algo que han asimilado con destreza y empuje. En el caso que nos ocupa, destaca el movimiento escénico y la capacidad para integrar el discurso y su canal de un modo complementario y unificado pero nunca redundante o gratuito. Todas brillan en sus momentos «protagónicos» y consiguen lo mismo para el resto cuando aparecen en segundo plano. Las aptitudes vocales de Glòria Ribera (ojo a las impagables «cuñas» que mete entre conversaciones) y Gemma Polo, la capacidad de transformación y elocuencia tanto en el tono como en la intención de Alejandro Curiel, el desparpajo y locuacidad de Marta Díez y el talento de Carolina Manero para integrar y transmitir la crítica e indignación resilente en sus parlamentos son algunas de las perlas este espectáculo del que también hay que destacar (como es marca de la casa) la carga política y el bilingüismo.
Es curioso el efecto que provoca ver esta pieza en un momento como el actual, en el que las restricciones de movimiento parecen ser un obstáculo a superar en función de las necesidades, excusas o, como hemos visto, clase social. El «esto no va conmigo» es una práctica común y un paraguas bajo el que nos refugiamos para limpiar o blanquear nuestro cargo de conciencia. Total, si solo es por unos días no pasa nada, ¿no? Quién sabe si la toma de distancia que promueve esta pausa forzada de nuestra faceta turística puede servir para vernos desde fuera y a través de los ojos de la compañía de un modo más profundo e ilustrativo. De este modo, el re-planteamiento o click mental implosionará de modo más certero y potente. En cualquier caso, y dadas las circunstancias, la presencia de la obra en nuestra cartelera no puede ser más oportuna.
Finalmente, Explore el jardín de los Cárpatos desarrolla su discurso de un modo totalmente alineado con las características de la puesta en escena. Se argumenta tanto desde una vertiente auto-crítica como desde la superposición de los distintos lenguajes y disciplinas. Una manera más que interesante y bien llevada de multidimensionar puntos de vista que demuestra que José y sus hermanas sigue profundizando y navegando a buen puerto tanto por el plano del contenido como por el de la expresión. Una vez más, los jóvenes nos pasan la mano por la cara a los que lo somos un poco menos en cuanto a despojarse del ombliguismo y cuestionarse no solo los patrones de conducta sino también proponer nuevas maneras y posibilidades de cambio.
Crítica realizada por Fernando Solla