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09.09.2020 Críticas  
Orfebrería satírica

Hablar de Joglars es hablar de historia del teatro en nuestro país. La reconocida y reconocible compañía catalana recala en la Sala Verde de los Teatros del Canal con Señor Ruiseñor, un montaje delicioso, repleto de sátira, humor y sobretodo de teatro.

La pandemia ha dejado de lado otros conflictos que hasta hace poco ocupaban horas de tertulia televisiva y discusiones de barra de bar. El conflicto catalán, el famoso “procés” ha causado no poca división en el seno de muchas familias y amistades. Joglars evidentemente no podía quedarse ajeno a un conflicto que les toca muy de cerca. Haciendo gala de su sello de identidad, la sátira política y el humor, construyen un espectáculo que es pura orfebrería teatral. Con los mimbres del teatro de siempre, con los recursos mágicos del oficio y con un texto que es puro derroche de humor, siempre que uno acepte el humor y la sátira como lo que son, una herramienta de denuncia y de exposición de, algunas veces, la ridiculez del género humano.

Un museo de arte, donde se conservan pinturas de Santiago Rusiñol, El Greco etc, se ve inmerso en su transformación para convertirse en el nuevo Museo de la Identidad Catalana, cuya mayor pieza a exhibir será el cráneo de un auténtico catalán. El protagonista, encarnado de manera sobresaliente por Ramon Fontseré trabaja haciendo visitas teatralizadas interpretando al mismísimo Santiago Rusiñol. Ante el atropello al que va a ser sometido el museo, y siendo ya un hombre sin pelos en la lengua se opone en voz y actos al expolio al que el museo va a ser sometido. Aparecerán toda una serie de personajes memorables que servirán para ir aumentando la acidez de la obra y la mordacidad de la misma. El desfile de tópicos finamente hilvanados es un gustazo para el espectador, no por lo tópico sino por la elegancia y verdad de los mismos.

Pilar Sáenz, Dolors Tuneu, Xevi Vilà, Juan Pablo Mazorra y Rubén Romero mutan en todo un abanico de personajes que acompañan a Ramon Fontserè en construir una historia que va de menos a más, alcanzando cotas de verdadero desbarre, en los que es inevitable soltar el aplauso y la carcajada. Si, porque cuando las cosas están bien hechas, bien fundadas, las verdades se dicen, con elegancia y sobretodo con humor, hay que reírse y hay que aplaudir.

No solo nos encontramos ante un ejercicio sanísimo de sátira política actual, tan carente y tan necesario en el teatro contemporáneo, sino que nos encontramos ante un ejercicio de teatro. Sin artificios, usando las técnicas teatrales que han conformado este inmenso arte, el equipo consigue imágenes de gran belleza plástica. Del mimo a la música, a la cuidada iluminación. Todo está perfectamente engarzado para el disfrute del espectador.

Joglars lo vuelve a hacer, cumplir su cometido de remover con humor. Aquí se reparte para todos a partes iguales, no importa del lado que cojee cada uno. Lo importante es dejarse llevar por algo tan reconfortante como es saberse reír de uno mismo y con uno mismo. Señor Ruiseñor deja un gusto de trabajo redondo, afilado y delicado.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau

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