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04.11.2019 Críticas  
Acrobacias y humor como columna vertebral

La icónica carpa azul y amarilla del Cirque du Soleil ya luce en el escenario Puerta del Ángel de Madrid para representar el espectáculo Kooza: un asombroso homenaje a los orígenes del Cirque que se ha representado en más de 20 países por todo el mundo y que pasará la Navidad en la capital española.

Hace dos años acudí a ver también en el Escenario Puerta del Ángel el espectáculo Totem, un viaje a la evolución del ser humano que me dejó un sabor agridulce y que no me cautivó tanto como esperaba (malditas expectativas). Ahora le ha llegado la hora a una maravillosa propuesta inundada de acrobacias y payasos llamada Kooza. Y digo maravillosa porque cuando estoy escribiendo estas líneas sobre ella, aún se refleja en mi retina alguna imagen de este espectáculo que rinde homenaje a los orígenes del Cirque. Esta vez sí que sí.

Con un argumento tan sencillo como poderoso, Kooza combina dos de las grandes tradiciones circenses: las arriesgadas acrobacias y el arte de los payasos. No hay espectáculo del Cirque du Soleil sin hilo conductor (con mayor o menor eficacia) y en esta ocasión el protagonismo se lo lleva un melancólico personaje que nos muestra un viaje lleno de color y muchas emociones que logra contagiar al público desde el primer momento.

Todo comienza con una caja llena de ilusión de la que sale el maestro de ceremonias que guía al protagonista a través de un espectacular mundo de fantasía en el que me adentré gustosamente.

Este espectáculo pone de manifiesto el gran trabajo de escenografía y el derroche de imaginación que tiene lugar sobre el escenario para encogernos el corazón con el dominio físico que requieren algunos números, todo aderezado con el humor descarado de los payasos que no se cortan un pelo.

A destacar cuatro momentos de Kooza: las contorsionistas extremas que parece que se van a romper en cualquier momento, las increíbles acrobacias sobre un balancín, los funambulistas españoles a varios metros de altura escapando de la gravedad y, por último pero no menos importante, la espectacular rueda de la muerte. Este número causa un gran impacto en el público: nos encoge el corazón a todos y arranca algún que otro grito entre las gradas, ¡no apto para cardiacos!

Otro punto a favor es que los payasos en esta ocasión traen humor de verdad y no folklore como en el anterior espectáculo del Cirque al que asistí. No soy extremadamente seguidora de estos personajes pero reconozco que saben hacer reír a carcajada limpia con sus números y su humor algo gamberro. La risa y las acrobacias juegan a hacer malabares y les sale de maravilla: ni una pelota en el suelo.

Todo ello, viene acompañado por la música en directo que hace aún más ostentoso Kooza. Maravilloso trabajo de los músicos que deben de estar pendientes en todo momento de lo que ocurre sobre el escenario para poder llevar el ritmo adecuado. El batería cuenta con unos minutos a su favor para demostrar que son imprescindibles en este o en cualquier espectáculo de esta compañía.

Poco más se puede decir de la acogedora carpa, del maravilloso dispositivo tecnológico, del sonido y de la calidad de los músicos y cantante que logran transportarnos de un lugar a otro, de los payasos que arrancan sonrisas en los momentos más inesperados y de, por supuesto, los artistas circenses y su impecable trabajo físico y admirada disciplina para lograr algo tan perfecto.

Quizá no sea el mejor de los espectáculos del Cirque du Soleil, no soy quién para afirmarlo, y echemos en falta la escenografía o el vestuario al que nos tienen acostumbrados pero, desde luego, recupera los maravillosos orígenes del circo que a todos nos enamoran y derrocha riesgo con uno de los números más potentes que jamás he visto. Aparente sencillez que nos hace admirar el durísimo trabajo de los artistas que están sobre el escenario.

Crítica realizada por Patricia Moreno

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