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28.10.2019 Críticas  
Para todas las putas que queremos seguir pasándonos de la raya

El Escenari Joan Brossa ha recuperado Así bailan las putas. Un espectáculo vehicular que transmite y difunde apósitos prácticos e ideológicos para protegernos del patriarcado. Júlia Bertran y Ana Chinchilla son la cara visible de una pieza valiente, revulsiva, desacomplejada y, sobretodo, certera, beneficiosa y útil.

Las artes escénicas como espejo de la realidad. Tanto la autoría como la dramaturgia, dirección e interpretación de la pieza se escuchan y siguen un itinerario compartido y en la misma dirección. Pau Roca y Jan Vilanova han dado forma a la generosidad y entrega de Bertran y Chinchilla hasta conseguir convertir sus vivencias e investigación en un gran altavoz. El resultado del trabajo conjunto supone la conquista del mayor de los éxitos al que puede aspirar cualquier propuesta: conseguir que su intención y, en este caso, razón de ser, se convierta en una realidad. La aceptación y reafirmación de la vulnerabilidad como herramienta de lucha (y de defensa) hasta llegar a una fuerte e intrínseca sensación de libertad.

La puesta en escena es tan hábil como estimulante y facilitadora de la implicación y participación de todos los convocados. También de las intérpretes. Un entarimado que de algún modo delimita el espacio central que todas ocuparemos. Resulta muy interesante cómo se ha trabajado el plano protagónico. Teatro testimonial, incluso biográfico pero también ejemplar. Es decir, no se busca un retrato que enumere o liste acontecimientos, hechos o sucesos o ataques de o hacia las protagonistas sino que ambas convierten sus casos y experiencias en ejemplos útiles para transmitir, compartir y superar la rabia, frustración, impotencia y, de este modo, alcanzar y transmitir el aprendizaje y conocimiento y propiciar el cambio. La escenografía de Paula Font y Paula González nos situará alrededor en un inicio para que a medida que avanza el encuentro fluyamos y compartamos el centro del espacio que, muy hábilmente, se amplía a toda la sala.

Hay una fuente bibliográfica compartida en distintos soportes que veremos y naturalizaremos dentro del recorrido de la función gracias al diseño y realización de vídeo de Alejo Levis y al espacio sonoro de Clara Aguilar, que parece haberse convertido en el equivalente auditivo al movimiento de Alba Sáez y que permite que Júlia y Ana interactúen y se conviertan en una más de nosotras. La iluminación de Guillem Gelabert propicia que todos los planos convivan y ocupen el protagonismo necesario en cada ocasión. Lo mismo sucede con las dos intérpretes que explicarán sus vivencias alternando y urdiendo sus voces también a través de las disciplinas que dominan y también muestran y defienden. En este caso, a través del twerking, la ilustración y la investigación periodística, respectivamente. El conocimiento del cuerpo y su defensa como mayor muestra de nuestra existencia junto con la ruptura o desenmascaramiento de muchos de nuestros constructos sociales patriarcales. Juntas muestran, defienden, representan y denuncian de modo transversal pero sin perder nunca el foco. Mostrando, explicando y evidenciando. Aprendiendo.

Finalmente, nos encontramos ante un espectáculo que no termina tras la asistencia. Llamar espectáculo a Así bailan las putas no deja de ser una triste celebración. Se ofrecen y comparten herramientas prácticas en cuanto a defensa y empoderamiento a las que acudir en nuestro día a día cuando (o si) nos sentimos atacadas en cualquiera de las «variantes» del asalto. Triste porque resulta muy duro constatar una realidad tan arraigada en nuestra cotidianidad. Celebración porque lo que aquí se consigue es cambiar el mundo a partir del crecimiento personal. Hay un impacto didáctico muy potente que supera cualquier aproximación académica a cualquiera de los reductos temáticos tratados. Obviamente, la asistencia a la pieza ha de ser voluntaria, pero lo que consiguen Bertran y Chinchilla debería ser equivalente o convalidar cualquier titulación oficial de estudios socioculturales de género. En este caso, de la mano de dos anfitrionas que son un vehículo catártico, persuasivo y argumentativo excepcional para todas las putas que queremos seguir pasándonos de la raya. Es decir, para todas nosotras.

Crítica realizada por Fernando Solla

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